El éxito de la dictadura china en la organización de los Juegos consolida el éxito económico como pensamiento único... y único valor. Al tiempo, las victorias deportivas exaltan el nacionalismo chino y consolidan a la mayor tiranía del mundo. Bush se ha convertido en la única personalidad que ha exigido libertad para los chinos... en Pekín

Por lo que respecta a España, la cosa comenzó con Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE), que en otra de sus vergonzosas actuaciones, no sólo exigió a nuestros olímpicos que no hicieran declaraciones políticas -o sea, que no pensaran- sino que les amenazó con enviarles de vuelta a casa, como si se hubieran dopado, si se osaban rebelarse contra la ley mordaza. Y lo más grave: los admirados deportistas aceptaron la censura sin decir ni pío. Bueno, la baloncestista Amaya Montemoro vendió su libertad de expresión por la promesa de que en el menú de los atletas habría jamón español. Además, no ha habido ningún problema(RTVE)

Se imponía así la teoría de que un deportista sólo puede hablar de deporte, la misma doctrina por la que los empresarios presentes en China aseguran que ellos van a Oriente hacer negocio, no política, o por la misma razón que los políticos mantienen la teoría de que China está avanzando, bien que lentamente, en un mayor respeto a las libertades individuales. Al parecer, el problema es de lentitud en el tráfico hacia el Estado de derecho.

El presidente norteamericano, George Bush, ha sido el único que se ha atrevido a exigir más libertad para 1.200 millones de chinos reprimidos por un régimen que no permite ni libertad de expresión, ni libertad para decidir los hijos que quieren tener, ni libertad religiosa ni la posibilidad de la menor crítica al poder, por supuesto. El régimen, que continúa imponiendo el aborto obligatorio, especialmente para las parejas que se atrevan a tener un segundo hijo, el que más presos ejecuta en el mundo o el que castiga con tortura y cárcel cualquier religión no permitida, especialmente, la católica. Todo ello con el salvajismo y la brutalidad represora heredada de Mao, el mayor tirano y homicida de la edad moderna.

Eso sí, en China hay libertad para hacer negocios siempre que se haga bajo los mandamientos del único dios reconocido: el mercado.

Pues bien, por ejemplo en España, Bush ha sido criticado por sus palabras, y la principal democracia del mundo, Estados Unidos, comparada con la China,resulta que salía perdiendo.

Por si fuera poco, los éxitos deportivos y organizativos chinos, tan alabados por el Comité Olímpico Internacional (COI), han disparado la adrenalina nacionalista china, en una exaltación del poder y la eficiencia orientales, sin precedentes. Los medios de comunicación chinos omiten cualquier tipo de actividad disidente, así como la información sobre los actos terroristas del separatismo islámico, al tiempo que convierten el medallero en el argumento definitivo: China es quien tiene la razón. La mayor tiranía del mundo se fortifica.

Pero quizás lo peor sea, en paralelo al indiscutible éxito chino en los Juegos, la implantación de la doctrina según la cual, el éxito económico lo justifica todo, también el despotismo. Por ejemplo, el catedrático Francisco Cabrillo en un periódico poco sospechoso de pro-comunista, como La Gaceta de los Negocios, acaba de sorprender al mundillo periodístico con un artículo donde predica las lindezas del Régimen de Pekín, basado en el principio de "un país, dos sistemas" -comunismo político y capitalismo económico-. Lindezas tales como la de que China ha sacado de la pobreza a 400 millones de personas, más o menos las mismas que han sido abortadas. Y a costa de los salarios de miseria y el hambre del conjunto de los chinos, que tratan de pasar de las garras del partido a las de la mafias, que en esto también se dejan ver los dos sistemas.

Cabrillo también nos sorprende con mentiras como que los chinos pueden viajar libremente al extranjero, y ni se acuerda la inmigración ilegal a la que se han visto obligados tantos súbditos del viejo imperio para sobrevivir. Pero lo peor es que Cabrillo se suma a la teoría de que el mercado es Dios y la democracia consiste en el éxito económico.

A final, el esplendor olímpico va a resultar una pésima noticia, especialmente para los esclavizados ciudadanos chinos y par un mundo dispuesto a adorar al nuevo ídolo. La libertad no importa, lo que importa es la eficacia, y la eficacia se mide en dólares.