Sr. Director:
El juez-superjuez a un paso del Premio Nóbel de la Paz tiene ahora su oportunidad de oro, darse una vuelta por Moscú (Rusia) y pedir la detención y procesamiento del presidente Putin por los racionales-criminales indicios de su participación en el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya y del ex-espía Alexander Litvinenko. Está claro que, a efectos de este nuevo golpe de audacia, Putin no es Pinochet ni Moscú es Londres pero, sin separarse de un modelo occidental homologado de contador Geiger y con un poco de cuidado con el polonio 210 en las comidas, el súper-juez no debería desperdiciar este regalo que el destino le ha deparado.
Y si por casualidad, aunque no imaginamos que pueda suceder, en el mundillo judicial ruso encontrara algún obstáculo a su nueva gesta, estoy seguro de que bastará que les recuerde a sus colegas ex-soviéticos que el respeto a la propia vida es el derecho fundamental por excelencia de todo ser humano.
Jesús Sáiz
jjeslt@telefonica.net