El nuevo compañero, amante amigo o amigo-cónyuge de un famoso secretario de Estado, muy próximo a Zapatero, ha sido ascendido en una de las empresas líderes en España -entendiendo por líder aquéllas que se cuentan con los dedos de una mano y sobran la mitad-. Es el segundo novio en dos años, que se sabe que los del orgullo gay son bastante promiscuos y no entienden mucho de compromiso de pareja. Como dicen en la Argentina, somos la España rosa.

Esto recuerda películas como Salir del armario, donde el protagonista salva el empleo tras hacerse pasar por gay, pero también casos reales como el de Joaquín Agut, ejecutivo de fulgurante trayectoria hasta que Terra se hizo con Lycos, empresa norteamericana tomada por los gays. Joaquín Agut se convirtió en Kim Kaput el día en que, de visita en la sede central de Lycos se volvió hacia uno de sus acompañantes y le advirtió: Aquí, si se te cae un dólar al suelo, no te agaches para recogerlo. Le oyeron y el lobby rosa, siempre rencoroso, le puso la proa.

Más gracioso resulta otro caso, que tiene que ver con un afamado y poderoso periodista amigo personal de Rodríguez de Zapatero. Su novio era acomodador en un importante centro de espectáculos de titularidad pública. Ustedes comprenderán que no es admisible que el novio de tan importante líder de opinión, por lo demás extraordinariamente progresista, fuera acomodador. De inmediato, el susodicho fue ascendido a jefe de acomodadores, lo que no deja de representar un salto en el estatus.

Y menos mal que le ascendieron a tiempo, porque el precitado líder de opinión muy progre, como creo haber dicho antes- se ha cansado del jefe de acomodadores y le ha cambiado por otro.

Con tanto rotación e parejas, ¿para que querían el gaymonio? Más bien deberían haber solicitado el gayvorcio.

Por cierto, sobre estos abusos no se hace referencia alguna en prensa, pues enseguida interviene la policía del pensamiento. Sin embargo, todo Madrid está pendiente ahora del nuevo novio este de verdad, hetero- de la ministra de Cultura, Carmen Calvo, que confesó sentirse feliz con su nuevo amor, una nueva vida. Y es que los normales, o sea los heterosexuales, son una vulgaridad.

Lo dicho, la España rosa, promiscua y recomendada.