El mal precedente creado por norteamericanos y británicos cunde en el mundo. Es el sistema que los españoles conocemos como método Mariano Rubio: emplear dinero público para salvar bancos privados mal gestionados, en cumplimiento de un principio lamentable del capitalismo actual: la banca no puede quebrar.
Si alguien objetara que existen empresas más estratégicas para el mundo como las energéticas, las alimentarias, las tecnológicas o las informativas, el poder le responderá que sí, que es posible que sean más importantes, pero que ninguna de ellas trabajan con "el dinero de los demás".En puridad, toda empresa, al menos toda empresa con accionistas anónimos, trabaja con dinero de los demás, pero el sistema aún exhibe otra excusa: la banca no puede quebrar porque constituye "el sistema de pagos del país". Así que cabe preguntarse cómo se puede mantener semejante tontuna cuando el sector más globalizado, para desgracia de todos, son las bolsas, los mercados financieros, cuando la banca, antes que sistema de pagos es administradora del ahorro ajeno, que invierte en activos financieros por todo el mundo. En tal caso, sería guardiana del sistema financiero global.
Y es que el gestor de dinero ajeno, el intermediario financiero emplea al público como chantaje. Recuerden. Si le debes 1.000 euros al banco estás en manos del banco, pero si le debes un millón de euros, es el banco quien está en tu poder. Ese aforismo se ha quedado viejo, para los banqueros, que prefieren acogerse a la maliciosa genialidad del viejo Barreiros. "Por fin, mi deuda ha alcanzado los 1.000 millones (de las antiguas pesetas), por fin, mi deuda es una deuda de Estado".
La actual crisis ha sido provocada, principalmente, por la banca de inversión -no por la banca doméstica-, aunque es verdad que muchos de los grandes bancos domésticos le dan a todas las bandas, y ya no sabemos si el Citi es banca doméstica o banca de mercados, y preferimos llamarle banca universal, que lo dice todo y no dice nada. Por tanto, ha llegado el momento de terminar con la deuda de Estado y con el mandamiento maldito de que la "banca no puede quebrar", refugio de todos los incompetentes y chorizos del sector, que son muchos (especialmente los segundos). Es hora de que la banca quiebre, porque la banca puede y debe quebrar. Muy triste para los depositantes sí, pero menos triste para el conjunto de los ciudadanos obligados a pagar, como si se tratara de un déficit de tarifa, las necedades y las sinvergonzonerías de los banqueros.
Eulogio López
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