El rescate de Irlanda supondrá para la Unión Europea entre 80.000 y 90.000 millones de euros. Menos cantidad y menos interés que en el caso de Grecia, cuyo rescate se realizó mediante préstamos al 9%, frente al 5% del irlandés. Del dinero aportado por la UE, entre el 55 y el 65% se destinaría a sanear la banca celta. Además, Reino Unido también está interesado en colaborar, como principal socio comercial de Irlanda. En la mañana del lunes, el ministro británico de Economía, George Osborne, estimaba que la aportación británica rondará los 8.100 millones de euros.
La negociación entre la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional con Irlanda establecerá también las condiciones que tiene que cumplir el país a cambio de la ayuda económica. La pauta viene marcada por la necesidad de obtener 15.000 millones de euros de los que 10.000 millones procederán de recortes del gasto y 5.000 millones de nuevos impuestos. En última instancia es Irlanda quien decide sus impuestos, pero es inevitable que las miradas se centren en el que ha sido uno de los puntos fuertes de la economía irlandesa: un impuesto de sociedades del 12,5% que impulsó la llegada de grandes empresas a territorio irlandés.
Entre las medidas que se pondrán en marcha está la reducción del salario mínimo, una reducción del 10% en gastos sociales y un pacto para disminuir el número de empleados del sector público en 28.000 personas. En definitiva, quienes tendrán que apretarse el cinturón serán los irlandeses. El sacrificio de la subida de impuestos y el ahorro en gastos sociales perjudica a toda la población, mientras la deuda irlandesa, con la que los especuladores se han dedicado a jugar hasta llevarla a la actual situación, reciben el premio de la ayuda europea. Con ello, se hincha un poco más la burbuja de la deuda pública en Europa que, por sus dimensiones es mucho más temible que la de las subprime, con la que comenzó la actual crisis, en 2007. Por si fuera poco, también hay implicaciones políticas: el Gobierno irlandés pierde el apoyo de sus socios, los verdes de que ya exigen elecciones para enero.
Pero el problema de Irlanda no es, como dice Ramoneda, de hiperliberalismo. Sólo hay que ver algunos datos: los salarios mínimos brutos son el doble que los españoles; un irlandés cobra como salario mínimo de 1.462 euros, mientras que en España es de 732 euros. Por el contrario, el origen de las dificultades se encuentra en el aumento del sector público, con más funcionarios, más prestaciones sociales a base de una deuda pública, que de nuevo ha sido utilizada para captar votos cautivos y ha crecido más de lo que aconsejaba la sensatez.
Irlanda no es ahora sino un punto intermedio hacia las siguientes paradas: Portugal y España. Los expertos se han dedicado a recordar durante los episodios de Grecia e Irlanda, que el problema de España y el de Portugal es distinto... pero lo mismo se dijo cuando la crisis helénica. El propio ministro de Exteriores alemán abundaba en este argumento y añadía que no serán necesarios más rescates. Pero no importa la realidad, lo que prevalece es la ficción creada por los tenedores de deuda irlandesa, que temen el impago. Sin embargo, la intervención resulta todavía más llamativa si se compara la deuda de Alemania (73,4%) con la de Irlanda (65,5%).
A la postre, el plan de rescate a Irlanda, más bien a los tenedores de deuda irlandesa sólo ha servido para sembrar el caos en Europa y abrir las peores expectativas. Ahora le toca el turno a Portugal mientras todos temen el contagio especulativo a España, una pieza lo suficientemente grande como para provocar un caos financiero en la deuda pública que dejaría en agua de borrajas la burbuja financiera privada de tres años atrás.
Mientras, el Gobierno español, preso de la mentira necesaria, insiste en resaltar que la prima de riesgo española baja y que la estabilidad financiera reina en Europa. Es la calma que precede a la tempestad. La Unión ya cuenta con dos precedentes (Grecia e Irlanda) y los tiburones ya saben cómo actúan los líderes europeos: pagando sus fracasos con el dinero de todos.
Andrés Velázquez
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