Mientras el presidente argentino, Néstor Kirchner, pelea con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, los piqueteros y sindicalistas más aguerridos, próximos a la Casa Rosada, tomaban el centro de control de Telefónica Argentina. Si se hubieran dado al sabotaje, podrían haber paralizado las comunicaciones en todo el país.

Al tiempo, Silvio Berlusconi presiona a Kirchner para lograr que la Argentina pague su deuda. Resulta que los bonistas italianos, poseedores de deuda argentina, han encontrado la forma de presionar a Berlusconi: denuncian a los bancos por no haberles asesorado bien en sus inversiones. A su vez, los bancos, que ya han perdido sentencias en los tribunales, presionan a Berlusconi, y éste se revuelve contra Kirchner. Para que no falte de nada, el presidente argentino culpa al Fondo Monetario Internacional (FMI) de todos los males.