Los grandes productores de petróleo y gas son dictaduras Lo contaba ayer la agencia EFE. Kazajistán, la gigantesca ex república soviética, se apunta al hobby de saltarse lo pactado, de cambiar las reglas de juego a mitad del partido, en resumen, de decir Diego, donde dije digo. Sigue así los pasos de Rusia, de Argelia, de Bolivia y de tantos otros. Curiosamente, ahora mismo los productores que mejor cumplen sus contratos son la Libia de Gadafi y el Irán de los ayatolás, lo que significa que el mundo ha cambiado, aunque no sabemos si para bien.   

Lo que ha ocurrido en el mundo es muy sencillo: muchos países productores de petróleo y gas se han dado cuenta de que no necesitan para nada la inversión de las grandes empresas energéticas porque ellos tienen más dinero que ellas, ni necesitan tampoco del foráneo para extraer y comercializar crudo y gas. Lo que ocurre es que hay que cumplir lo firmado. Por lo demás, es estupendo que cada país se beneficie de sus propios recursos.

Ahora bien, el problema es que el mayor de los productores de petróleo del planeta es Arabia Saudí, una dictadura feroz, y el primer productor de gas es la Rusia del sátrapa Vladimir Putin. Entre los 11 países que componen la OPEP el más democrático es Venezuela. El gas es cosa de Rusia, Irán y Nigeria (sin comentarios).

Esto tiene dos efectos, uno interno y el otro externo. El interno es que la población de esos países no se beneficie sino en una ínfima parte de esa riqueza. El externo consiste en que esas tiranías chantajean al Occidente libre con el precio de la energía, hasta conseguir que se arrodille para asegurarles el suministro.

Por tanto, Occidente tiene que buscar alternativas energéticas por la única vía posible: relanzar la paralizada energía de fisión nuclear e investigar en la fusión nuclear. A fin de cuentas, el combustible energético del futuro es el agua.