Ya lo hemos dicho, pero habrá que repetirlo. Lo que pretende el mundo gay no es otra cosa que imponer una mordaza a todo aquel que se atreva a criticarle. A día de hoy la ofensiva sarasa constituye el mayor atentado contra la libertad de expresión en el siglo XXI. El caso de Iris Robinson es sintomático y conviene convertir a esta mujer –además guapa- en arquetipo de luchadora por la libertad contra el chantaje gay.

A través de una archicuriosa traslación semántica, los gays con todo los aparatos estatales y del Nuevo Orden Mundial (especialmente el lobby rosa de Naciones Unidas) que les apoya, han conseguido que mucha gente, demasiada, considere que cualquier crítica a la homosexualidad es una crítica los homosexuales. Insito, esto es como afirmar que luchar contra la pobreza es luchar contra los pobres o que luchar contra el SIDA es luchar contra los enfermos. Porque, en efecto, los cristianos, y otra gente, consideran que la homosexualidad es una perversión y el homosexual la víctima de dicha perversión, que le conduce directamente a una vida que es un infierno. Y esos mismos cristianos, como Iris Robinson, creemos que, en efecto, la perversión homosexual ha crecido precisamente porque muy pocos han tenido la valentía de recordar que lo malo no es ser gay, sino el orgullo gay. Tendencias homosexuales en la adolescencia puede sentir cualquiera, pero cuando la sociedad lo reprueba, el 99% de los afectados por esa tendencia se controlan un poco, no más y vuelven a las espléndidas, magníficas condiciones de masculinidad y feminidad. Ahora bien, si la sociedad le repite a ese niño-adolescente que lo de ser gay es una libre opción sexual... entonces es lógico que el número de persona que caen en el abismo sórdido se multiplique. Y es como la droga. Y una vez dentro, resulta muy difícil salir. La homosexualidad es un infierno con la puerta cerrada por dentro.

La degeneración sexual no es más que una pieza, una más, de la degeneración moral. Si aquellos pocos que se atreven a decirlo en voz alta les fusilan, tengan en cuenta que el ideal homo se cumplirá en todo su esplendor: y ese ideal, por la propia lógica de las cosas, conduce a la aniquilación de la humanidad.

Así que, ¡bien por doña Iris Robinson! Y encima tiene un semblante encantador, la señora... como creo haber dicho antes.

Eulogio López