Lo que se compra por Internet, lo que se liga por Internet, los dominios de Internet, la seguridad en Internet, el este de Internet, el coreo basura, el periodismo internetero, los 16 millones de internautas que ya existen en España, etc.
En el Día de Internet, el enfoque puede ser variadísimo, pero creo que se repara poco en los insultos por Internet, aprovechando el anonimato. La red, paraíso de libertad, se ha convertido -¡ay dolor!- en el paraíso de la cobardía. Por ejemplo, mi madre no tiene culpa alguna de que yo sea director de este diario electrónico, pero ha sido la más salpicada desde que me metí a periodista de red.
Por ello, en este Día de Internet, hoy, 25 de octubre de 2005, quiero rendir sincero homenaje a don José Fernando Martull, quien me escribe el siguiente text Si diriges esa página que es mierda, tú, eres mierda.... Ante todo, pido al lector que repare en la formidable lógica del argument en efecto, la tarea de un director es, digámoslo de una vez, la impronta de lo dirigido. Y considerando la premisa primera, no demostrada, pero, en cualquier caso, base de todo el edificio argumental, si está página es una mierda, no cabe duda de que el director es mierda. La argumentación es impecable en las dos direcciones: por ejemplo, si el director es mierda, el producto, lo niegue Agamenón o su porquero, es mierda.
No sigo para que no se manchen, pero quiero explicarles porque destaco a este Aristóteles, este Demóstenes, este nuevo Jose Fernando, que más debería llamarse José Alfonso X el sabio, e incluso José Alfonso el Brav porque no ha firmado Jordi-ano, ni Pánfilo, o Johnymenetero. No señor, lo ha hecho con su presunto nombre e incluso, retador, nos ofrece su presunto correo real: josemartullmrtinez@yahoo.es e incuso, retador, su número de teléfono móvil: el 667456231.
O sea, que el de la mierda es un maromo que merece la pena: lógico y corajudo. Los otros, los injuriadores anónimos, los que tiran la piedra y esconden la mano, son la podredumbre de la WWW, paraíso de libertad, pero también refugio de cobardes.
Eulogio López