En el año 1992, el thriller erótico Instinto básico se convertía en uno de los grandes éxitos de taquilla de la década. Esto provocó que, durante los años posteriores, se realizasen largometrajes con argumentos más o menos similares y que contenían los mismos ingredientes: suspense, morbo y sexo, mucho sexo Tras 13 años de pasar de mano en mano (no piensen mal, hablo del guión), llega a las salas una secuela del mitificado (por algunos) original Pero en esta nueva entrega la única que repite es su protagonista, la actriz Sharon Stone, que, nuevamente, intenta calentar motores encendiendo a la peña en el papel de la famosa escritoras de novelas policíacas, Catherine Tramell. La víctima de sus manejos es, en esta ocasión, un psicólogo criminalista londinense que debe evaluar su culpabilidad al volante tras un fatal accidente de coche en el que murió el novio de esta escritora, a la sazón una famosa estrella del deporte.
No encontrarán ninguna originalidad en esta secuela, que cuenta con un desarrollo que llega a marear al espectador porque da vueltas y vueltas siempre al mismo tema: ¿La atractiva escritora es culpable o no de todos los crímenes que se le imputan? Eso sí, para consuelo de los intelectuales esta falta de ideas se rellena con profusión de imágenes sexuales explícitas de muy dudoso gusto (con ver la primera secuencia, una masturbación, se hacen una idea)
En fin, una muestra de cómo una excelente e inteligente actriz como es Sharon Stone es capaz de todo con tal de mantenerse en el candelero Vanidad de vanidades
Para: Adultos que se engañan diciendo que a ellos lo que les gusta de esta película es el suspense Vamos, como los que compran la revista Interviú por la seriedad de sus reportajes