España ha retirado toda ayuda a Honduras, mientras Brasil acogía a Mel Zelaya, el hombre que quería perpetuarse en el poder, en su embajada, sí que exigiría a cualquier país digno a romper relaciones diplomáticas con el injerente. Sin embargo, Cuba, una dictadura sangrienta con 50 años de edad es tratada con el profundísimo respeto por un Moratinos que ha tratado, ante todo, de no ofender a sus anfitriones.
Y respecto a Brasil, ¿se atrevería Lula da Silva a acoger a un disidente cubano que pretendiera disputarle el poder a los Castro en su embajada en la Habana? ¿A que no?
La progresía universal, que aporta las levas del Nuevo Orden Mundial (NOM) es siempre lo mismo: débil con el fuerte y fuerte con el débil.
En Honduras, Micheletti debe luchar por llegar a las elecciones y legitimarlas. Es posible que se encuentre con que la comunidad internacional, con líderes tan cobardicas como Lula o Zapatero, que ven en Zelaya la imagen de su propia vicio: dictadores disfrazados de demócratas, gente que no pone límite temporal a su pertenencia en el poder mientras maniobran para controlar todos los resortes de poder, especialmente el más poderoso, los medios informativos, encargados de propalar lo políticamente correcto, para mantenerse en el poder de forma indefinida.
No cabe duda: hay que seguir apostando por Honduras y por las elecciones del 29 de noviembre. Cuando Micheletti se retire, relucirá la patética actitud de Zelaya y su ambición quedará al descubierto. Se demostrará que Micheletti se va a su casa mientras Zelaya se empeña en ocupar el palacio presidencial más allá de su mandato legal, el mismo que pretendió ampliar vulnerado la ley.
Moratinos, Zapatero, Lula y compañía probablemente cometan la indignidad de no reconocer las elecciones, pero si el nuevo Gobierno salido de las urnas se consolida, la firmeza se convertirá en ridículo y su cobardía quedará al descubierto.
¿Exageración? El presidente nicaragüense, el sandinista Daniel Ortega, ha sentido la querencia hacia la dictadura, otro más, y ha conseguido suprimir la norma que le impedía perpetuarse en el poder. Como Chávez, como Uribe, como ZP y, no quiero apostar, me temo que Barack Obama sentirá esa misma tentación: suprimir cualquier barrera temporal de permanencia al frente del Gobierno. El virus del Gobierno eterno afecta a líderes totalitarios y a líderes demócratas. En el siglo XXI, constituye el mayor enemigo de la democracia.
Eulogio López
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