El pasado septiembre, a través de una pretendidamente ingenua perorata de cinco folios, el hermano Presidente del Gobierno español se presentó mundialmente en sociedad con aires de adusto predicador ante la ONU. Parece ser que ahora la inverosímil, por contemplativa, hoja de ruta entonces anunciada sobre la "Alianza de Civilizaciones entre el mundo occidental y el mundo árabe y musulmán" está ya lista. Lo peor del aquel discurso fue, pues, que iba en serio.

Puede constatar, quien tenga la paciencia de intentar mascar su tortuosa argumentación, cómo se intenta describir la agresión fanática procedente del integrismo mahometano como simple desencuentro y se evita, cuidadosa, sistemática y diplomáticamente, mencionar lo más sabido y fundamental al objeto central del asunt que el mundo islámico, en su totalidad, es un mundo teocrático y que, por tanto, no tiene mayor interés por el respeto a los Derechos Humanos, o por alianzas de ningún tipo más que en la medida que se sometan a los dictados absolutos de su peculiar religión.

La nueva virtud se va a reubicar ahora, en consecuencia, hacia la mitad de la mitad. ¿El consenso democrático que puede resultar a partir de lo que propone el señor Presidente, con respecto a las aberrantes mutilaciones rituales de menores, impuestas rutinariamente por los musulmanes en todo el mundo (también en España) significa que, en un idílico futuro, supondrán amputar el prepucio infantil sólo por la mitad?

Indiscutiblemente, ese hombre no es de este mundo.

José Sanchez
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