Lo de la vicepresidenta primea del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, en El Vaticano recuerda el viejísimo chiste del tipo que entra en una librería y pregunta: Oye, cara-culo, ¿tienes el libro Cómo hacer amigos?
De la Vega es una feminista y a pesar de ello, algunos sospechan que es una mujer inteligente. Mi problema es que nunca he sabido qué es la inteligencia, pero sí la mala uva. Tengo más clara la definición de lógico que la de inteligente, por lo que me preocupa más la coherencia que la brillantez.
Y así, ¿es congruente que quien calificó a los obispos españoles como tenebrosos, acuda ahora al Vaticano para entrevistarse con el secretario de Estado Angelo Sodano? El interés del jefe de la diplomacia vaticana debió de resultar extraordinario, porque la reunión, en la que doña Teresa estaba acompañada por el embajador de España ante el diminuto país, Jorge Dezcallar, y por el nuncio en España, Manuel Monteiro, duró 25 minutos. Entre presentaciones, introducciones, y despedidas, más las intervenciones aclaratorias de los embajadores, para mí que la negociación propiamente dicha se quedó en 10 minutos, que seguramente fueron muy bien aprovechados por el secretario de Estado Angelo Sodano y por la señora vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega, quien seguramente aclaró al jefe de la diplomacia vaticana que lo de tenebrosos no iba por él, sino por los obispos españoles, que son de lo más desagradable, oiga usted, y su poco gusto en el atuendo personal, lamentable.
Como dicen las crónicas periodísticas, dieron un repaso a las relaciones Iglesia-Estado. ¿De verdad? Pues debió de ser un repaso rápido y somero. En un cuarto de hora no se repasan las relaciones entre el Gobierno español y la Iglesia; en un cuarto de hora sólo hay tiempo para amenazar.
La cosa ha tenido lugar en vísperas de la manifestación contra la Ley Orgánica de Educación (LOE) del Gobierno socialista, y tras la manifestación contra el matrimonio gay más grave que la LOE, que ya es decir-, aunque el Gobierno Zapatero afirma que la había solicitado un mes atrás. ¿Y se produce ahora, justamente ahora?
Más graciosos: Martínez Camino, secretario-portavoz de la Conferencia, recuerda que las relaciones se suelen llevar entre le Gobierno y la Conferencia Episcopal. Pero claro, olvidamos a veces que la progresía es poco amiga de las abstracción. Así, aunque presuntamente había vencido la línea progresista de los obispos con el nombramiento de Ricardo Blázquez como presidente de la Conferencia, ahora se dan cuenta de que no conviene confundir falta de ambición con modernidad, porque pueden ser asuntos antitéticos. Pues bien: lo son. Monseñor Blázquez no es un progre, porque no puede haber nada más tonto que un cura progresista, y Blázquez no tiene un pelo de tonto. Lo que ocurre es que le gusta más reunirse con Dios que reunirse con las autoridades. Un detalle: el presidente de la Conferencia episcopal española no utiliza teléfono móvil.
Pues bien, Zapatero ha intentado puentear a monseñor Blázquez y, de paso, puentear a los obispos españoles acudiendo directamente a las fuentes: al Vaticano, para desactivar la manifestación del día 12. Como no siempre se puede decir que no, a doña Teresa El Vaticano le ha concedido 25 minutos. Benedicto XVI se negó a recibir al monarca español en los alrededores de la aprobación por el Gobierno socialista del matrimonio gay, y le hizo esperar dos meses. A doña Teresa, solo un mes. No cabe duda, las relaciones mejoran. De todas formas, ¿merece la pena viajar a Roma para, no ya conseguir una foto, sino un despacho de agencia, en una reunión qué casualidad, que no había sido anunciada por ninguna de las dos partes, y que llevó al nuncio de Su Santidad, D. Manuel Monteiro, a abandonar precipitadamente su participación en un Congreso Eucarístico en Murcia para coger un avión y plantarse en Roma?
Posdata: Si por un casual, y se sabrá, ya lo creo que sí, doña Teresa hubiera pasado al ataque y amenazado al Vaticano con retirar la financiación a la Iglesia (la única que es digna de recibir tal nombre es el complemento del IRPF), espero que en El Vaticano ya le aclararan que mejor es una Iglesia pobre que una Iglesia aherrojada. Que es, justamente, la situación en la que Zapatero le gusta tener al personal, especialmente a los católicos. Sería genial: una Iglesia libre y aún más pobre, qué más se puede pedir.
Eulogio López