Sr. Director:
La semana pasada decidí inaugurar con mi hija de tres años una bonita tradición navideña, que consistiría en dar un paseo en coche por las calles iluminadas de Madrid, con los villancicos a tope, que ella se encargaría de enseñar a mi hijo de 2 años al año que viene.
Estábamos las dos emocionadas, porque ya me había encargado yo de hablarle del Portal de Belén gigante en la Puerta de Alcalá, y de las calles llenas de luces y estrellas que brillaban. La niña estaba realmente ilusionada.
Primero conduje cerca de casa, por Bravo Murillo, en donde vimos unos paneles sin ningún significado, aunque muy económicos, al estar hechos con bombillas de bajo consumo, y ya se sabe qué es lo importante ante eventos como este (véase la Boda Real, por ejemplo). Después fui por Serrano, sin que prácticamente pudiera apreciar más que en la Puerta de Alcalá ya no está el Portal de Belén tradicional, no sé si por considerarlo discriminatorio con otros modelos de familia que no estarían allí presentes y con otros colectivos religiosos distintos del mayoritaria y tradicionalmente español. Volví por la Castellana, y al llegar a Recoletos me regocijé al ver de lejos unas letras que pensé me harían sentir al menos el tan afamado espíritu de tolerancia, tan políticamente correcto, y con al menos alguna relación con el otro espíritu de estas fechas, ¿se acuerdan?, el de la Navidad en que se celebra el Nacimiento de Jesús.
Me dio pena ver la ocasión perdida, y me surgió una pregunta para el Sr. Gallardón: ¿Pondría en un desfile del día del orgullo gay palabras brillantes como estupro o lujuria? ¿O en un mitin ante la juventud palabras como resaca o canuto? ¿Por qué en estas fechas?
Finalmente, tuve que limitarme a dar vueltas alrededor de El Corte Inglés de Nuevos Ministerios, donde pudimos ver las luces, el Belén y el árbol. ¡Tanto explicar a mi hija que en la Navidad lo importante no son los regalos, para acabar precisamente en el epicentro del consumismo en Madrid!
Beatriz Pascual
Beatriz.Pascual@Fiege.es