El senador popular Agustín Conde pegó un brinco, pero a sus adversarios socialistas también se les abrieron los ojos como platos. Compadecía en el Senado (sí, el Senado no es un objeto de discusión sobre competencia autonómica: existe, es una Cámara legislativa ubicada en la madrileña Plaza de La Marina Española) uno de esos personajes geniales que nos ha traído el Zapaterismo, la directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo.
Preguntaba la oposición por las informaciones, espléndidas informaciones, del diario El Mundo sobre la cárcel de Salamanca, y la ley que imponen allí los presos islámicos, empeñados en rezar el Corán y, de paso, en forzar al resto de los reclusos a mirar a la Meca y postrarse ante Alá.
Y lo que son las cosas. Doña Mercedes, convenientemente aleccionada en el laicismo zapateril, sorprende a sus señorías advirtiendo que no se trata de una cuestión religiosa, sino económica, dado que los internos marroquíes tienen menos pasta que sus compañeros, se sienten más desarraigados y se dedican a robar a sus compañeros. Ya saben, la religión no influye en la vida de los hombres, el problema es económico, en el mejor de los casos, de tolerancia. Además, el moro es bueno, los intolerantes son los fundamentalistas cristianos, de los que tan repleta anda la piel de toro tras ocho años de Aznarato.
Es más, Gallizo, con exquisita simplicidad, explicó que los musulmanes no forzaban al resto de los reclusos a rezar el Corán, sino que se encontraban más desinhibidos, simplemente porque en esa zona del penal eran mayoría. Pero, como digo, no es que el Islam sea una religión agresiva o que sus fieles impongan sus creencias por la fuerza allá donde son mayoría, se trate de Marruecos o España, de una barriada o de un penal, sino de un problema económico. Ya saben, la tesis zapaterista de que es la miseria la que provoca el terrorismo (de lo que se deduce que todos los pueblos miserables de la tierra que no practican el terrorismo o no son tan pobres o son medio lelos)
O sea, todo muy normal. Tanto es así, vino a decir Gallizo, que estaba pensando en ofrecer dinero a los reclusos musulmanes. Como viera que hasta sus propios compañeros daban un respingo, Gallizo se vio obligada matizar que no hablaba de darles dinero a los presos musulmanes, sino trabajo, para que recuperaran su dignidad. Es decir, que si estás en una cárcel española y quieres obtener trabajo con prioridad sobre tus compañeros de celda, lo que tienes que hacer es convertirte al Islam, golpear y vejar a tus compañeros de celda, o lo mejor: ambas cosas.
El asunto no acaba ahí. Al parecer, Mohamed VI, Rey demócrata de Marruecos, ha hecho saber a su nunca bien loado amigo Rodríguez Zapatero que detenga la imagen, en su opinión falsa, que se está trasmitiendo a los españoles, de que Marruecos, y más en concreto sus servicios secretos, está implicado en el atentado del 11-M.
No hay que escandalizarse por una petición así. La verdad es que esa teoría circula en los medios de comunicación y en la WWW, y Mohamed VI no puede comprender por qué un presidente del Gobierno español no censura a los medios españoles ni les indica lo que tienen que escribir o contar. Es lógico que le cueste entenderlo.
Porque la verdad es que la policía española no acusa a los servicios secuestros del Reino africano de estar implicados en los atentados. Está claro que el 11-M se gestó en Marruecos y con el protagonismo de marroquíes. Así que de lo que acusa (en voz baja, porque Zapatero no lo admitiría en público) la policía española a Marruecos es de lo mismo que en el caso de la inmigración ilegal, el tráfico de drogas o la presión sobre Ceuta y Melilla: de omisión, Marruecos no hace nada por evitar todas estas cuestiones.
La insensatez de Mr. Bean nos está llevando a situaciones verdaderamente límites. ¿Cuándo terminarán las reclamaciones marroquíes a España? Nunca. Tiene toda la razón del mundo José María Aznar cuando fecha en el siglo VIII (en 711 el moro Tariq Ben Zayad derrota al Rey Rodrigo en la batalla de Guadalete y en pocos meses el Islam conquista España, con el punto de inflexión de Covadonga, en el 722) el comienzo del enfrentamiento entre la España cristiana y el Islam. Pero, como ya he repetido, me temo que muchas veces, el problema es que esa lamentable herejía del Cristianismo que es el credo de Mahoma tiene ahora todas las de ganar, porque los musulmanes creen en algo, mientras que muchos cristianos, los de la España laica y la política de la sonrisa, por ejemplo nuestro Gobierno, no creen en nada. Si el caudillo Tariq entrara hoy en Andalucía, seguramente Rodríguez Zapatero abriría una partida en los Presupuestos Generales del Estado para dotar de recursos al bueno de Tariq, siempre tentado de darse al fundamentalismo. Y es que ya lo ha dicho doña Mercedes Gallizo: se trata de ofrecer dignidad.
Esta clarísim Si un cristiano (piensen en las clases de religión) hace proselitismo, está incurriendo en fundamentalismo anticonstitucional. Si un musulmán, delincuente por más señas, obliga a quien tiene al lado a rezar a Alá, estamos ante un hombre a quien han privado de dignidad y a quien conviene subvencionar cuanto antes. Pararle los pies, jamás.
Esto más que una alianza de civilizaciones parece una rendición incondicional ante las huestes del profeta. Pero ahora hay más. Rabei Osman, más conocido como Mohamed El Egipcio, presunto cerebro de los atentados del 11-M, ha afirmado, según informa, otra vez, el diario El Mundo (a cada uno lo suyo), que el 11-M era un castigo a Europa para que se aleje de Bush. Y también elogia a Zapatero por haberse acercado a los marroquíes nada más tomar posesión de su cargo.
Pero lo peor es que muchos españoles sufren Síndrome de Estocolmo y ante declaraciones como estas, en lugar de revolverse contra el canalla de Mohamed, se revuelven contra quien osó hacerles frente, en este caso contra José María Aznar. Y entre esos españoles que sufren Síndrome de Estocolmo se encuentra el Gobierno socialista y hasta doña Mercedes Gallizo, quien de buena gana habría financiado al bueno de Mohamed para que pudiera recuperar su dignidad.
Con este panorama, claro que hace falta una cruzada que debe comenzar desterrando el miedo a hablar y a defender la propia fe, la propia cultura, la propia identidad y la propia dignidad. Claro, que para hacer una cruzada hay que creer en algo. Por ejemplo, hay que creer en la cruz.
La reacción de Rodríguez Zapatero ha sido justa la contraria. El presidente del Gobierno español no sólo no responde a los envenenados elogios de El Egipcio, que con su ditirambo le está señalando como un traidor a España, sino que colabora con el enemigo lanzando una auténtica cruzada contra la Iglesia, practicando el anticlericalismo de mayor calibre que se recuerda desde los tiempos de la Segunda República.
Eulogio López