Más de un millón y medio de personas –sobre todo mujeres cualificadas de entre 18 y 29 años- han abandonado la antigua Alemania del Este desde la caída del Muro de Berlín. Han dejado sus hogares para buscar trabajo en regiones con mejores posibilidades laborales.
Este éxodo femenino ha dejado un irreparable vacío en sus lugares de origen, donde ahora existe una superpoblación de varones de más del 25 por ciento. El Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín certifica que no tiene parangón en Europa. Ni siquiera en las zonas frías del norte de Suecia y de Finlandia, acostumbradas a la emigración femenina.
Lo que revela este hecho es que en buena parte de Alemania oriental, las mujeres están mejor preparadas que los hombres: expedientes académicos más brillantes y, por tanto, mucha más facilidad para encontrar trabajo fuera. La consecuencia más peligrosa es un descenso de la natalidad. Según cálculos conservadores, han dejado de nacer unos 100.000 niños. Además, este éxodo ha acelerado la erosión económica y social. Una buena parte de los chicos ni tienen trabajo ni formación ni esposa. Viven durante años con sus padres. Y se les acusa de inútiles, incapaces de mejorar de vida.
Drama que pone los pelos de punta. La superpoblación masculina ofrece el mejor caldo de cultivo para las ideologías radicales. Para impedir que caigan en las redes de los movimientos antisistema, el Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín propone la creación de un programa urgente de motivación y formación dedicado a los varones jóvenes.
Clemente Ferrer Roselló
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