Alguien escribió: Tan difícil como contar las estrellas del cielo, será encontrar solución a todos los problemas.
La muerte y el Ciprés nos llevan al recuerdo de este mes de noviembre.
El Ciprés es el árbol frondoso, majestuoso y que simboliza unos recuerdos entrañables. Es el árbol que se planta en los cementerios. Costumbre ésta que en su plantación quiere cristianizar lo pagano a lo sublime.
Dicen que no hay viento que lo doble, ni diluvio que lo ahogue. Es la representación de la firmeza y la seguridad. Sin querer transmitir tristeza, porque ello nos lleva al recuerdo de la muerte, pero sí buscarle su sitio.
La muerte sin lugar a duda nos lleva a la tristeza y al dolor, pero también a la reflexión gozosa de la realidad de la vida. Sabemos de la caducidad de ella y es tema para madurar y pensar, para vivirla en presente, haciéndola rentable y aprovechable.
El Ciprés es el árbol que simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra, y va unido al recuerdo que nos manifiesta este mes de noviembre para conmemorar la Fiestas de los Fieles Difuntos precedida del día de Todos los Santos. Por eso es bueno pararse y saber a ciencia cierta lo que se celebra este mes.
Con valentía se puede llegar al sentido positivo de ese encuentro -en mayor o menor cercanía- de los seres queridos que iniciaron esa marcha. Y además hay dos caminos de llevarlo: con la esperanza y de la mano de la fe o con la tristeza y la duda en el plano más humano.
José María Gironella, en su novela Los Cipreses creen en Dios, reflexionó sobre lo que estos árboles transmiten en la proximidad que son plantados, son esos lugares del campo santo, como se les ha llamado, donde junto a la tristeza ellos transmiten serenidad, paz y sosiego.
Cuando viajamos, y en el paisaje se divisa un grupo de Cipreses, elevamos el corazón a Dios con una plegaria, allí reposan los seres queridos de tantas generaciones.
En estos días se visitan esos lugares, se ofrecen Misas por los difuntos. Y las familias manifiestan su cariño a sus seres queridos, actualizando más su presencia y agradeciendo a la Iglesia la ocasión, de un modo especial, de dedicarles este mes de noviembre las oraciones a los Difuntos.
Difícil compaginar la alegría con el dolor, pero el consuelo y la seguridad de que esos seres queridos ya gozan de la presencia de Dios dan un mayor respaldo de alegría ante el dolor.
El Ciprés, llamado también por algunos "El árbol de la Vida" es el que tiene prisa para crecer y alcanzar el Cielo, es como la escalera que facilita su llegada a un término. El hombre hace uso de esa escalera también para ir alcanzando metas. En cada peldaño que sube va venciendo situaciones diferentes de la vida.
A veces alegre y reconfortable, otras con la contrariedad, la enfermedad, la incomprensión o la muerte de seres queridos que tanto sufrimiento trae. Así peldaño tras peldaño se llega a la cima. Pero hay que llegar con ilusión y alegría. ¿De qué serviría sólo alimentar el dolor si con ello se ciega el horizonte de lo infinito, de la esperanza y el consuelo
Si los Cipreses creen en Dios, unámonos a ellos para llenar nuestra vida de creencias seguras, de confianza en el Mas Allá y llenar ese tiempo maravilloso que Dios nos regala cada día como si de un canasto se tratara. Para mantener su equilibrio ha de estar lleno, y lleno de buenas obras.
El Ciprés apunta hacia el Cielo y así refleja la inmortalidad.
Inés Robledo Aguirre