Días atrás, el ex gobernador del Banco de España con el PP, Jaime Caruana, alertaba contra la profusión del capital-riesgo (poco capital y ningún riesgo, aunque en el siglo XXI es más cierto lo segundo que lo primero).
Si uno se queda en los titulares (hábito que supone un verdadero cáncer de la sociedad de la información, aunque me temo que es tumor inevitable) pensarán que el director del FMI se preocupa por el espíritu especulativo de estas empresas, que se rigen por un solo mandamiento: "Las partes valen más que el todo" y por una única herramienta de gestión: la reducción de costes. El aumento de ingresos es totalmente secundario. De hecho, el espíritu del capital riesgo se ha inoculado en muchos gestores que en ningún caso se plantean el difícil reto de aumentar la facturación, y el mismo día de su nombramiento se dedican a recortar gastos, a trabajar para el corto plazo, antes de marcharse a "redimir" otras empresas.
Pero no, lo que le preocupa a Caruana del creciente capital-riesgo es la burbuja que toda actividad especulativa crea sobre los mercados financieros. O sea, que le preocupa la bolsa especulativa y no las empresa productivas. Quédese con su preocupación en mala hora.
Lo malo no es que Iberia y Altadis se vendan a compañías extranjeras porque el señor Zapatero necesita lavar en Europa su imagen intervencionista de Endesa. El capital-riesgo es peor, porque implica que España no sólo está en liquidación, sino que también está siendo troceada. Es malo que Altadis caiga en manos de Imperial Tobacco porque las decisiones de inversión se tomarán en Londres, no en Madrid y París, pero aún por es que lo compre CVC, porque eso significa que troceará la empresa: los inmuebles se venderán a uno, la distribuidora Logista a otro, el acuerdo de puros habanos a un tercero, y alguien querrá quedarse con el negocio de cigarrillos. Todo ello, claro está, adobado con la correspondiente reconversión laboral, es decir, trabajadores a la calle. Insisto: el todo vale menos que la suma de las partes, y la rentabilidad puede incrementarse aumentado los ingresos o reduciendo los gastos. Lo segundo es mucho más rápido.
Pues eso, justamente eso, es lo que pretende el señor Antonio Vázquez, presidente de Altadis, para defenderse de Imperial: llamar en su auxilio a los del capital-riesgo, algo que da vértigo.
Y todo ello con el visto bueno del Gobierno Zapatero, justo al tiempo que el Gobierno de París ha puesto la proa a la constructora española Sacyr para que no controle Eiffage. Al parecer, los franceses son muy progresistas, pero no idiotas.
Eulogio López