Sr. Director:

Está visto que esto del secesionismo no tiene mucho porvenir. Si hasta ahora los catalanes fijaban su mirada en lo que estaba ocurriendo en Quebec (Canadá), para alimentar el fuego del independentismo, ahora, después de las recientes elecciones en aquel territorio francófono; deberán buscarse otro referente, pues los que quieren un Quebec independiente, o sea, los partidarios del señor André Boisclar, han sufrido la pérdida de 13 escaños, lo que relega a su partido al tercer lugar. Un sonado fracaso.

Sin embargo, aún existen algunos focos de separatistas que se empeñan en no darse cuenta de que, en un mundo donde se tiende a la unificación de las naciones, a formar grandes bloques económicos para evitar ser colonizados por las grandes potencias y en establecer la supresión de fronteras para que, corran con entera libertad las ideas y las distintas corrientes políticas, lingüísticas y culturales; el pretender encerrarse en la concha, como si fuéramos caracoles, sólo puede tener una consecuencia: quedarnos atrás en la carrera por el progreso económico, social e industrial. ¿Vale la pena todo esto para acabar siendo el farolillo de cola del expreso europeo?

Y es, señores, que el panorama de Cataluña, desde que el Tripartito ha inaugurado su segundo mandato, no puede ser mas kafkiano, grotesco y bodevilesco. No creo que se pueda hacer un ridículo más completo que aquel que han representado los señores diputados del Parlament catalán. Si con el engendro del Estatut ya conseguimos que el resto de España se llevara las manos a la cabeza y nos mirara con incredulidad, ahora que el Estatut –como no podía ser menos en un país, donde se debería respetar los dispuesto en la Constitución que todos nos dimos (con los votos de los ciudadanos catalanes, por cierto) – se encuentra sub iudice, con el peligro de que gran parte de él sea declarado inconstitucional (si es que el señor Zapatero y su camarilla no se las ingenian para burlar otra vez las leyes y darnos gato por liebre); el que salgan los de ERC amenazando con la independencia si el TC no se pliega a sus reivindicaciones, no puede calificarse más que como una payasada de mal gusto. Pero si a ello le añadimos la postura de CIU, pasteleando entre el apoyo a la propuesta de ERC y su deseo de salvar los muebles por si van mal dadas; el paisaje político empieza a ser parecido al del gobierno de la Generalitat de Companys cuando la guerra civil, donde cada cual tiraba por su lado hasta que acabaron a trancazos. Por si alguien lo ha olvidado, estas querellas acabaron en los sucesos de mayo de 1937, uno de los motivos por los que la República perdió la guerra civil.

Lo que ocurre es que, con estos dimes y diretes, la inversión extranjera en nuestro país va de mal en peor. Se habla de que en España ha disminuido, el año pasado, en un veintitrés por ciento. En Cataluña no cesa el goteo de empresas que cierran sus puertas para trasladarse a otros lugares más seguros y, si no se han percatado de ello, basta que vayan ojeando ustedes la prensa diaria y podrán comprobar la cantidad de conflictos que se están produciendo como consecuencia de los expedientes de reducción de plantilla o por cierre de empresas. Son muchos los miles de trabajadores que, en unos pocos años, han quedado sin trabajo, en el paro o prejubilados; con la repercusión que ello representa para las arcas del Estado, que se ha visto obligado a apechugar con un número, cada vez más importante, de pasivos que se han añadido a las jubilaciones normales.

Y, a todo esto, ¿qué es lo que, de verdad, preocupa a la ciudadanía catalana?. Pues si les he de ser sincero creo que "pasa olímpicamente". La gente corriente, los ciudadanos de a pie, se han acostumbrado a contemplar a los políticos como si fueran seres de otros planetas, de los que no hay que fiarse y a los que más vale no hacer demasiado caso. En definitiva, me temo que los catalanes se toman las cuestiones políticas bajo una óptica pesimista, como si fuera un mal al que uno se debe acostumbrar y, para vacunarse contra él optan, cada vez más, por ignorarlo, lo que ha quedado demostrado en las últimas convocatorias a las urnas. Porcentajes irrisorios de votantes y, los pocos que van quedando son los que, todavía, no se han dado cuenta de que los políticos nada más les piden el voto para asegurarse un puesto en el que, con poco esfuerzo y más fácilmente, se pueden llenar las faltriqueras en poco tiempo. Esto de que la democracia es un gran invento, permítanme que lo ponga en cuestión, si no, a las pruebas me remito: cada día más funcionarios; más gobiernos autonómicos; más paniaguados que viven a costa del Estado; más corrupción, menos seguridad y menos vergüenza. Lo evidente es que, si no se pone coto a esta situación, los Vendrell,Carod, Mas, Puigcercós, Castells y Montillas van a conseguir que Barcelona y toda Cataluña acaben convirtiéndose en uno más de los "paraísos" de las izquierdas, dominados por los politicastros que defienden un nuevo frente populismo, al estilo soviético, que propugna combatir a los ricos para que todos acabemos siendo pobres y dominados por un gobierno totalitario, al estilo del "Gran hermano" que tan certeramente retrató Orwell en su obra "Mil novecientos ochenta y cuatro". Cicerón decía: ¿Hasta cuando Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia?, pues eso.

Miguel Massanet

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