En el sector periodístico se está popularizando el empleo precario, que en estos inicios de siglo se concreta en contratar sin contrato. Es decir: pedirle a un periodista con experiencia o sin ella, que aquí ya vale todo- que si quiere entrar en la redacción debe sacarse su propia licencia fiscal y convertirse en autónomo. La práctica se está generalizando, y no sólo en PYMES, sino, sobre todo, en grandes grupos editoriales, en grandes empresas.
¿Es legal? No, dado que una empresa debe utilizar autónomos externos o contratas y proveedor de cualquier tipo cuando se trata de una actividad marginal, no cuando hablamos del corazón del negocio, de lo que le es propio. Si hay algo que le es propio a una empresa periodística son los periodistas.
Convertir a trabajadores en autónomos para ahorrarse las cuotas sociales es un fenómeno que corre parejo al de la externalización, también muy habitual en la empresa informativa, especialmente en la audiovisual. Fue el consejero delegado de A3 TV, Maurizio Carlotti, quien inventó las externalizaciones masivas en Tele 5 y ahora las aplica en A3 TV. El objetivo es el mismo que en el proceso de conversión forzosa de asalariados en autónomos: romper toda responsabilidad de la empresa con sus asalariados y conseguir que estos trabajen para contratas aunque trabajen el 100 por 100 para el medio- externas, que pagan menos y no disponen de seguridad alguna. Recuerden el caso José Couso : no trabajaba para Tele 5, sino para un intermediario creado por la dirección del medio. De esta forma, Tele 5 podía utilizar los servicios de Couso cuando quisiera y desprenderse de él con la misma facilidad. Incluso, son esas contratas las que cubren el trabajo más peligroso.
Así, la reducción de plantillas a costa de convertir en autónomos a la mayor parte posible de la plantilla, no sólo se ha convertido en un hecho masivo e ilegal, practicado por todas las compañías del sector, sino que la caradura continúa y con menos recato : la última moda es forzar al trabajador a pagarse su propia seguridad social, es decir, convertirse en autónomos (mínimo de 230 euros al mes), facturar por IVA y, además, ojo al dato, exigir exclusividad. Esto sí que representa una verdadera novedad, amén del colmo de la sinvergoncería. Sí, como suena. Usted me factura, usted se paga su propia seguridad social (que el Estado le exige), pero usted trabaja exclusivamente para mí. Conviene reparar en el asunto, porque la esencia, la especificidad, del salariado era, precisamente, la exclusividad. Y la esencia de un autónomo, de una micropyme, es trabajar para varias empresas grandes a la vez. El autónomo tenía menos seguridad que el asalariado, no podía ponerse enfermo, depende de su actividad permanente, trabaja muchas más horas, etc., pero a cambio no estaba sometido a exclusividad. Pues bien, eso se está acabando.
Nos aproximamos a la esclavitud laboral en prensa, es decir, en el sector responsable de denunciar los abusos laborales. Y, naturalmente, son los editores más progresistas los que sienten más querencia a esta forma encubierta de esclavitud laboral. La práctica de los falsos autónomos, ahora con exclusividad, se está contagiando a otros sectores.
Mientras tanto, los sindicatos continúan preocupados por el empleo de trabajadores-funcionarios, sean públicos o sean de grandes factorías, que son su público. PYMES y autónomos les interesan poco : apenas se afilian. A los empresarios, por su parte, sólo les preocupa el coste pactado de la indemnización, mientras fomentan la ilegalidad permanente de los falsos autónomos. El Gobierno, en el entretanto, anuncia reducción en el Impuesto de Sociedades algo sobre lo que no existe ninguna urgencia- mientras mantiene y aún aumenta los impuestos laborales, verdadera losa sobre la creación de empleo y que provoca la precitada tentación: muchos empresarios están dispuestos a pagar más al trabajador con tal de no tener ningún compromiso con él y de evitar el oneroso pago de cuotas sociales.
Eulogio López