El secretario de Estado de Organización Territorial y director de campaña de Mariano Rajoy, Gabriel Elorriaga, se entrevistó la pasada semana con el presidente de La Caixa, Ricardo Fornesa, en Madrid. Si hemos de hacer caso a don Gabriel (habrá que insistir, Elorriaga no aspira a ser jefe de Gabinete de Presidencia en un Gobierno Rajoy: lo que quiere es ser vicepresidente, puesto para el que lucha a brazo partido con Ana Pastor y con Eduardo Zaplana), la reunión fue una especie de concierto de música celestial. Vamos que, siempre modesto, don Gabriel opina que La Caixa bebe en su mano.

Si hemos de acercarnos a Fornesa... pues no llegaremos a conclusión alguna, dado que Fornesa no dice ni una palabra más de las estrictamente necesarias.

Pero lo que parecía una reunión pacífica, lógica, previsible, entre un político y un banquero, se ha convertido en un terremoto en el seno del Partido Popular, tras las palabras del presidente del BBVA, Francisco González, cada vez más desapegado de la industria. Para FG, recuerden, las participaciones industriales son participaciones financieras, lo que, traducido al cristiano, significa que está deseando marcharse y que lo hará en cuanto surja una oportunidad de crecer como banco. Es más, el BBVA tan sólo posee ya poco más de un 5% de Telefónica, Iberdrola y Repsol YPF, tres de las pocas empresas españolas que pueden recibir el nombre de multinacionales. Esto, en pleno proceso de "deslocalización", parece una apuesta atrevida, especialmente porque el otro gran banco español, el Santander de Emilio Botín, está en las mismas. Por el momento, el grupo BBVA vale 5.914 millones de euros, pero FG no desea ser el caballero blanco de ninguna empresa. El grupo industrial de La Caixa vale más del doble: 12.889 millones de euros.

En otras palabras, en Moncloa y en Génova se habla sobre el único poder industrial que queda en España y con vocación de permanencia: La Caixa (deberían añadir Caja Madrid, que también posee un grupo industrial importante). Alguien, con muy mala leche, apostilla: Una caja.. y encima catalana.

Y entonces empiezan las catalogaciones. Fornesa es... Fornesa. Inclasificable. Tiene dos vicepresidentes, uno socialista, Jordi Mercader, y el otro convergente, Salvador Gabarró. El director general, Isidro Fainé, se suponía que era de derechas, pero fue a la presentación del programa económico de Zapatero: ¡Hummmmmmm! Antonio Brufau, responsable del grupo industrial, para unos es del PSC, para otros catalanista, y los más críticos afirman que, como Fainé y como Fornesa, todos son del Barça. Lo cual, hay que reconocerlo, es muy grave.

Bromas aparte, lo cierto es que la mejor protección que ahora poseen empresas clave del tejido industrial español es Ricardo Fornesa, un hombre que, por ley, deberá abandonar La Caixa en tres años. Bueno, la mejor protección de las empresas privatizadas contra opas hostiles sigue siendo la acción de oro y su valor en Bolsa, pero a nadie le desagrada otro cerrojo.

Los más liberales dicen que hay que convertir las cajas de ahorros en sociedades anónimas (como si eso fuera una defensa contra la "deslocalización"), o que hay que reducir el voto de la cajas de ahorros en sus industrias participadas, una posibilidad de escaso encaje legal que ya se intentó en su día sin mucho éxito.

En cualquier caso, Rajoy debería tener claro quién va a ser su próximo ministro de Economía, porque Fornesa es un señor atento, como buen catalán, pero que siempre calibra el poder de quien tiene enfrente. Por ejemplo, si, como también se rumorea en los mentideros madrileños, el próximo ministro de Economía fuera el actual secretario de Estado, Luis de Guindos, tendríamos a un forofo de la conversión de las cajas en sociedades anónimas. ¡Lagarto, lagarto!