Sr. Director:

Desde que Zapatero enunció su doctrina de la voluntad, no importa que ETA entregue las armas. Sólo que tenga la voluntad de no usarlas.

Para un gobierno que apuesta su rentabilidad política al éxito del entendimiento con los terroristas, ni incendios ni chantajes, ni amenazas ni crímenes mayores, constituyen señales de mala voluntad. Lo contrario supondría el fin del trato y del negocio, es decir, del tinglado zapateril. Decía Gustave Le Bon que las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos. Ahora el presidente del gobierno sólo exige (¿o suplica?) hablar con los terroristas para que sepan valorar los pasos dados por el Gobierno. Cada vez cede más Zapatero a los asesinos. Cada vez más el gobierno Zapatero asume la lógica criminal etarra. Nada frena el cuento zapateril del proceso de paz. Además no se ponen de acuerdo entre los propios socialistas.

Aunque existan los accidentes, las anomalías de incontrolados, de gamberros, de pirados o de los provocadores a quienes no interesa la paz el proceso sigue adelante. El incremento de la kaleborroka, la distorsión al empresariado vasco y navarro, etc. no importan.

Estamos sufriendo una de las campañas terroristas más crueles de la historia de ETA, pero no pasa nada. El Gobierno de Zapatero se empeña en hablar de proceso de paz para eludir sus responsabilidades políticas. Está en un callejón sin salida ... digna.

Antonio Gómez Mora

agomezmora@hotmail.com