Lo ocurrido con el rescate del portugués Banco Espirito Santo es, en principio, una buena noticia: sería muy duro que, como ha sucedido en España, los contribuyentes lusos pagaran las fechorías de los gestores de los bancos. Ya están bastante vapuleados por las secuelas económicas que ha dejado el propio rescate del país. En el caso del BES, ahora Novo Banco (por cierto, exhibe un músculo en su página web nada desdeñable: "Más fuerte, más seguro"), hubiera sido, además, especialmente ingrato que nuestros vecinos hubieran tenido que cargar con el mochuelo de su mala gestión. En cifras, para que se entienda, esa deficiente gestión ha supuesto unas pérdidas semestrales superiores a 3.500 millones, el desplome en bolsa y una situación de quiebra.
La pregunta obligada, como siempre, es ¿por qué diablos no pueden quebrar los bancos (como sucedió en EEUU con Lehman Brothers) del mismo modo que las empresas Ni se entienden los rescates bancarios ni se entienden las ayudas públicas, sencillamente, porque en ambos casos el túnel conduce a lo mismo: que paguen los justos por pecadores. En otras palabras: que el ciudadano bombee agua con sus impuestos para apagar el incendio que provoca la especulación financiera.
En España lo hemos padecido y no está claro todavía lo que nos va a costar. Depende de quién pone las cifras, el Tribunal de Cuentas, el Fondo de Garantía de Depósitos, el Banco de España, el Ministerio de Economía o pototo el de la moto.
Lo inédito del caso portugués con el BES es que los accionistas perderán su dinero (la familia Espirito Santo y Crédit Agricole tienen la mayor parte del 'banco malo'). ¿No es lógico que así sea por muy importante que sea la entidad Los accionistas de las punto.com se quedaron hasta sin bolsillos por sus inversiones fallidas en las especulativas punto.com. Y no pasó nada. Lo perdieron por no invertir en valores más sólidos, más dependientes de la economía real, que son, por otra parte, los que crean riqueza y potencian la economía. La especulación -de la que está tan lleno el capitalismo- es un mal augurio siempre, en el diagnóstico y pronóstico de la enfermedad. Paradójicamente, nadie se plantea, como con los bancos, un rescate de las empresas más volcadas en la economía real. Y son los bancos, como las empresas y nunca el contribuyente, los que deberían afrontan las consecuencias de una quiebra.
A pesar de los pesares, hay sombras, también en el caso del BES. Teóricamente, el contribuyente no pagará el desaguisado, pero hay en juego 4.400 millones de euros. Son los que ha aportado el Estado para sanear los activos solventes del BES y que proceden a su vez de los fondos de la UE para la reestructuración de la banca portuguesa. Esos 4.400 millones deberían devolverse con lo que se obtenga de la venta de Novo Banco. Tiempo al tiempo. Si no es así, pagará el pato, una vez más, el contribuyente.
Mariano Tomás
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