La Iglesia es la institución más respetada en Venezuela. El cardenal-arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares, ha pedido libertad para la Iglesia en aquel país, a quien el majadero de Hugo Chávez intenta robarle esa influencia entre los fieles, porque sabe que no podrá perpetuarse en el poder si una institución tan querida por la gente se opone a sus caprichos. Todas las dictaduras de la modernidad sienten obsesión por legitimarse democráticamente, hasta que ya la sociedad resulta tan pastueña, tan dócil, que se quitan la careta. Chávez se encuentra precisamente en este punto.

Para legitimarse, nada mejor que ganar elecciones libres. Pero ganar unas elecciones libres es elemento imprescindible de una democracia, pero no el único. Se necesita, además, respeto a los derechos del hombre y las libertades individuales. Por ejemplo, sin libertad de prensa no hay democracia; sin respeto a la vida no hay democracia, sin respeto a la propiedad privada o sin libertad e iniciativa económica no hay democracia, sin libertad religiosa no hay democracia, con corrupción política no hay democracia, sin una política fiscal que no defienda a los pequeños acaba por no haber democracia. Todo ello aunque haya elecciones libres -lo sabemos muy bien desde que un tal Adolfo Hitler ganó unos muy libres y democráticos comicios en la Alemania de la década de 1930.     

El camino es el mismo siempre: una vez se alanza el poder mediante elecciones libres se corroe el sistema. Eso es lo que Chávez pretende en Venezuela y esto es lo que los obispos le han recordado: la constitución que Chávez pretende legitimar en referéndum el 2 de diciembre atenta contra la doctrina de la Iglesia.

Ahora, la Iglesia anima (ver Zenit.org) a los venezolanos a votar el 2 de diciembre. A votar "no", se entiende, y así se enfrena directamente al dictador. Y anima a votar con toda lógica: no olvidemos que el principal aliado de los tiranos es la abstención, o sea el pasotismo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com