Que la prensa gratuita amenaza el reinado de la prensa de pago parece evidente a pesar de que la calidad periodística de los gratuitos es, aún, lamentable. Han sido los gratuitos los que han comenzado a ceder su portada (sagrada para la prensa) a la publicidad. A veces portada y contraportada, pero a veces todo el cuadernillo (páginas uno, dos, penúltima y última). Por ejemplo, en su edición del miércoles 6 de abril, el gratuito Metro (el más amarillo de los tres grandes gratuitos españoles: Qué, 20 minutos y Metro) vendió su portada y contraportada por la bonita cantidad de 63.000 euros, y sólo para las ediciones de Madrid y Barcelona. Esa, al menos, es la tarifa. La explicación viene en la página 2, en la que la editora no informa de que ya cuenta con 15 millones de lectores diarios en el mundo. Imposible medir la influencia real de los gratuitos, pero.... Y ojo, porque la moda de profanar la portada empieza a extenderse a los grandes rotativos británicos.
También han sido los gratuitos, en este caso el Qué de Recoletos, así como su deportivo Marca, quienes han cruzado otra frontera: la mezcla de información y publicidad. Hasta ahora, el debate ético, debate interesado, se reducía a la mezcla de información y opinión. La aparición del Nuevo Periodismo, que trajo consigo el análisis ha dejado obsoleto tan artificial diálogo, pero ahora aparece una nueva modalidad que sí tiene relevancia, dado que afecta a otra distinción mucho más clara: la separación entre información y publicidad. En efecto, el Marca y el Qué, así como otras revistas (en concreto, medios de los grupos Recoletos y Zeta), han comenzado a publicar informaciones intercalando logos publicitarios en las letras de los titulares. Naturalmente, venden la mezcolanza a alto precio. Si se trata de excepciones, no pasará nada, pero si se generaliza la fórmula (ya generalizada en radio cuando los locutores-estrellas introducen o protagonizan cuñas publicitarias) entonces habrá que replantearse muchas cosas en periodismo. Para ser exactos, todo.