Ágil de mente y poco amigo de lugares comunes. No sufre si habla de España y de los intereses de España -lo que hace constantemente- a pesar de ser nacionalista vasco.
Y valiente. No quiere responder sobre la necesidad o no de elecciones anticipadas pero deja caer que este Gobierno no tiene credibilidad alguna.
Valiente, también, porque no duda en denunciar la obsesiva antiespañolidad de la prensa económica anglosajona, así como las nuevas normas internacionales de contabilidad y su colofón, Basilea III, hechas a medida de los intereses norteamericanos.
Por ejemplo, estas normas penalizan las participaciones industriales de bancos y cajas de ahorros. Y se ha sabido, precisamente, que la principal función de las cajas de ahorros, su principal aportación social, muy por delante la obra benéfico-social ha sido el soporte accionarial de empresas estratégicas españolas, como Telefónica, Iberdrola, Indra, Iberia, SOS, Gas Natural Fenosa, Abertis, Repsol y siga usted contando.
Pues bien, aclara Fernández, "si yo tengo deuda pública griega se computaría por el total, si tengo acciones de industrias se computan como cero recursos propios, porque no podríamos convertirlas en líquidas... ¿No podemos convertir en líquidas las acciones de Iberdrola, de Telefónica o de Repsol?".
Es verdad, tanto las IAS como Basilea III están pensadas para beneficio de la banca anglosajona y para desindustrializar España a la que pretende convertir en un país de pymes. Lo cual está muy bien, pero también conviene contar con empresas donde las decisiones de inversión se tomen aquí, no fuera. El final de las cajas tendrá este efecto, no lo duden.
Eso sí, a un tipo valiente como Fernández se le pediría que diera el paso final y lógico. Porque claro, si la conversión de las cajas en bancos y el imperio del modelo financiero anglosajón -el que provocó la crisis, como él mismo recuerda- tanto daña a los intereses españoles, ¿no hubiera sido más lógico que las cajas se quedaran en cajas?
Y no sólo eso, el paso final de toda su lógica -buena lógica-, es que si una caja de ahorros o un banco, entra en dificultades no hay que buscar la mejor manera de salvarlo: lo que hay que hacer es dejarlo quebrar. ¡Me cae bien este vasco!
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com