Decía Chesterton que hay algo muy cómodo en la palabra "evolución", que nos lleva, como por ensalmo, a confundirla con la palabra "creación". El vocablo "legalización" también debe albergar en su seno semántico algo muy cómodo, incluso tierno, por lo que tiende a confundirse con "promoción" y hasta con "exaltación", pero, sobre todo, con "solución". La legalización es para muchos un extraño sortilegio capaz de convertir la miseria en grandeza y los problemas en soluciones, y adiós a las penas.
Por eso, a alguien se le ha ocurrido que la prostitución se soluciona con la legalización, y uno, tan humilde como ZP, no puede ni sospechar dónde radica el origen de la campaña. Pero, naturalmente, cuando uno no sabe dónde buscar las razones debe acudir a las fuentes de la eterna sabiduría: las páginas editoriales de El País. En cuanto oye hablar de sexo, el periódico de Polanco se da por aludido (al modo intelectual, entiéndame), y le dedica grandes esfuerzos argumentales a la cosa. Por ejemplo, en un reciente editorial titulado "Prostitución Legal", lo que ya nos ofrece alguna pista, el editorialista, siempre prudente, comienza explicándonos que el debate debería centrarse en la cuestión de si la legalización "sirve o no para proteger mejor los derechos individuales de las personas, que por unas u otras circunstancias la ejercen, empezando por el genérico de la libertad sexual y acabando por el de la seguridad laboral". Es decir, que lo que las prostitutas y prostitutos ejercen es su derecho a la libertad sexual. ¿A qué ustedes nunca se lo habían planteado así? El pequeño detalle de que cobren por ejercer su libertad sexual sólo preocupa a los reaccionarios: será libertad financiada, pero libertad a fin de cuentas.
Segunda introducción, la más importante de todas: "Y ello al margen de las distintas opiniones morales sobre el mal llamado oficio más antiguo del mundo". La moral es para El País como una especie de virus de la razón, un lamentable apósito, cuya desaparición originaría una humanidad más feliz. Por cierto, una pregunta previa: según El País, no debemos llamar el oficio más viejo del mundo a la prostitución, pero no acabo de captar el por qué: "¿Es porque no es el oficio más antiguo o porque no es un oficio?
Sigamos. Para los chicos de Janli Cebrián, la decisión de legalizar la prostitución es una decisión "valiente". Como dicen los ingleses, en política una decisión brillante es una decisión peligrosa. Una decisión valiente es simplemente suicida.
Más. Lo más granado de la intelectualidad progresista (El País, por si no lo habían cogido) está dispuesto a escuchar el discurso "abolicionista" lanzado desde "sectores bien cualificados –sean feministas o no", donde hay quien considera que regular la prostitución sería "legitimar una práctica atentatoria contra la dignidad de la mujer". Y es que no logro ni adivinar por qué ignota razón puede alguien –sea feminista o no- pensar que la prostitución atenta con la dignidad de la mujer. ¡Que tontería! Es más, al parecer, resulta que entre los abolicionistas de la prostitución pueden incluso encontrarse a no feministas. Acertado matiz, sí señor. De hecho, las feministas son partidarias de todas las guarradas posibles, incluida la legalización de la prostitución.
Es igual, el principal argumento de El País para legalizar la prostitución es que en España existen 200.000 profesionales (hermosa palabra ésta de profesional), por lo que hay que legalizar dicho ‘oficio' cuanto antes. Es lo mismo que ocurre con el virus de la gripe: su número se cuenta por millones y hay que regularizarlo con urgencia. De ahí que El País lamente la actitud de ciertos poderes públicos ante la prostitución consistente en "hostigar a quienes la ejercen o de inducirles a su abandono con ofrecimientos de reinserción coactivos, tal y como ha denunciado en Madrid la Asociación en Defensa de los Derechos de las Prostitutas, Hetaira". Es ciertamente intolerable que el alcalde Gallardón haya lanzado a la calle a sus policías y a sus agentes sociales para frenar la prostitución y, de paso, ofrecerles caminos de reinserción. De liberación de sus ‘chulos' y, si se trata de ilegales sin papeles, pagarles el billete de vuelta a su país de origen. ¡Señores, esto es intolerable! ¡Atenta contra la libertad sexual!
La alternativa progresista es clara: "Un punto de partida sólido es la sentencia dictada en 2001 por el Tribunal de Justicia de Luxemburgo que reconoce a la prostitución el carácter de ‘actividad económica', y asimila a quienes se dedican a ella a la categoría de trabajadores autónomos" (como autónomo que soy, eso no me lo dice usted a mí en la calle). Hay que reconocer que los Polanco News está cargado de razón, aunque se echa de menos la necesaria extrapolación a otras actividades. Por ejemplo, si existe una actividad económica digna de tal nombre es la del narcotráfico, así como el robo, por no hablar de la estafa y el alzamiento de bienes: más económica que esas actividades, ninguna. Y es que Europa, de la mano de su Tribunal de Justicia, camina hacia un futuro renovado y radiante.
Es más, El País concluye que esa regulación, es decir, legalización, es decir, promoción, de la prostitución debería conllevar una persecución más rigurosa contra las redes de explotación sexual y trata de blancas. Pues mira, Janli, ahí como que no estoy de acuerdo. Esa tendencia sindicalera no es propia de un periódico "liberal de izquierdas", como a ti te gusta definirlo. No señor, no se puede regular a los obreros y perseguir a los empresarios (en este sector conocidos como proxenetas o, mayormente, como chulos). Sin una adecuada labor de gestión, el negocio estará abocado a un proceso de inestabilidad y reconversión permanente. Estamos en campaña por la legalización de la prostitución, así que el editorial de El País es como todos los suyos, naturalmente, tremendamente pertinente. La verdad es que para una cosa buena que hace el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón (el aludido en la precitada alusión de Hetaira), me molesta que sus amigos de El País le critiquen. ¿Por qué será?
A lo mejor es porque, varias páginas más allá, El País exhibe su habitual mercado de contactos y relax. Opíparo negocio, que, por necesidades de la cuenta de resultados que con tanta brillantez administran Polanco y Janli, debe legalizarse. Verán, El País cobra por un minimódulo (lo que admite hasta dibujos de la trabajadora del sexo) 77 euros los días laborables y 91 los domingos. En los anuncios por palabras de sexo (no confundir con el sexo oral, que también hay), cada palabra sale por 1,44 euros, que sube hasta el 1,66 los domingos. Pueden ustedes hacer las cuentas, pero, a ojo de buen cubero, créanme que don Jesús y Janli ingresan (tirando por lo bajo) unos 3,65 millones de euros al año (unas 606 millones de las antiguas pesetas). Ojo, estoy hablando de la edición Madrid, a lo que habría que sumar los ingresos de las ediciones de provincias, porque esto de la prostitución es un negocio muy local (lo que demuestra que tiene pendiente una reconversión tecnológica profunda, otra razón para legalizarlo).
Es decir, que esta ‘actividad económica' representa el 31% del beneficio neto del Grupo Prisa (de todo el Grupo Prisa, contando
Yo estoy con Polanco y con Janli: hay que legalizar el "putiferio" (expresión horríblemente vulgar, que se redimiría si fuera utilizada para denominar a esta actividad económica emergente). Toda la razón: si yo fuera El País, también abogaría por la legalización. Y si fuera una profesional de la actividad económica, convertiría a Polanco en presidente de honor de Hetaira.
Por cierto, se imaginan lo delicado que resultaría que un accionista de Prisa se dirigiera al señor Polanco, en la solemnidad de
-Dígame, señor presidente, ¿cuánto ganamos con los anuncios de putas?
Porque las citas anteriores no constituyen un editorial, sino una estrategia de mercado. Seguramente no habrán sido escritas por los editorialistas, sino por el Departamento de Marketing, todos ellos licenciados en Metafísica.
Sí, todos los periódicos se han convertido en catálogos del negocio de la prostitución. Si he hecho las cuentas con El País es porque es el más comprometido con la causa de la legalización, pero, naturalmente, usted, lector, es muy libre de no establecer relación alguna entre una cosa y otra. Eso sería muy democrático y dialogante.
Eulogio López