Lo primero que me hizo sospechar fue que El País le catalogara como el mejor economista de El Mundo. Lo segundo es que tildara a George Bush como "el peor presidente y el peor gestor de la historia". No creo que sea lo primero, porque en materia de presidentes malos, Estados Unidos puede presentar un elenco de lo más digno, pero no me puedo creer lo de gestor. Un presidente no tiene por qué ser un gestor y es mejor que los gobiernos no se conviertan en gestiernos. Bush perpetró el desastre de la guerra de Iraq, pero si algo ha sido es un buen gestor económico, como lo fue Bill Clinton, un peligroso representante del Nuevo Orden Mundial pero un gran gestor económico. Ambos coincidían en una cosa: la única ley económica es el crecimiento. Si en ajedrez no hay mejor defensa que un buen ataque, en política económica no hay mejor regla que crecer. Lo demás viene por añadidura. El mejor ajuste es el PIB creciente, porque si el PI no crece no hay forma de repartirlo entre los seres humanos, que constituyen el principio y fin de toda la política económica.

Pero el mejor economista del mundo, Joffrey Sachs, asesor de la ONU, sin duda un organismo modélico en cuanto a su gestión, especialmente para todo tipo de trileros y enemigos de la persona en general. La ONU es, en verdad, el imperio de la plutocracia global, arquetipo de quienes juegan con el dinero de los demás, sea público o privado.

Pues bien, Jeffrey, el mejor economista del mundo mundial, nos ha explicado que el viejo Malthus tenía razón.

Naturalmente, como buen humanitarista, el mejor economista del mundo odia a la humanidad. Y así, enternecido por los 1.000 millones de seres humanos que pasan hambre, en lugar de darles comida y formación para que abandonen la miseria, se ha convencido de que lo mejor es que no nazca ninguno más. He ahí la regla del oro del neomaltusianimo: el mejor método para terminar con la miseria y exterminar a los miserables. A ser posible  antes de nacer, que no se ven, no protestan y es fácil deshacerse del cadáver.

Y no me digan: es mucho más eficaz -batasuna patillita- reducir la natalidad en las zonas pobres que hacer que esas zonas se desarrollen económicamente. En lo uno se tardan meses, en los otros lustros.

Además, el maltusianismo tiene otra ventaja añadida: si les das píldoras antibaby en lugar de comida y formación, serán los del primer mundo los que tengan hijos. Y los ricos nunca han tenido problemas para alimentar a su prole.

Y es que el mejor economista del mundo es un tipo muy sensible ante la desgracia ajena. Para mí que deberían nombrarle presidente.

Todos estos odiadores de la vida y de la humanidad, casi todos ellos capitalistas, practican lo que podríamos llamar el pensamiento circular, que acaba donde empieza y nunca llega a sitio alguno. Por ejemplo, mister Sachs nos informa que vivimos una crisis alimentaria. Muy cierto, pero no porque la tierra no puede producir alimentos para saciar a decenas de humanidades. De hecho, venimos de los lagos de leche y las montañas de mantequilla, sino porque Occidente se ha dedicado a reducir las tierras de cultivo y, lo que es más peligroso, a aprovechar sus riquezas para dos cosas: suprimir tierras de cultivo en Occidente y fastidiar la producción del Tercer Mundo con precios subvencionados. Solución de Jeffrey: no es que Europa y Estados Unidos vuelvan a producir más y no bloqueen la producción de indios, chinos y e iberoamericanos, sino... que chinos, indios e iberoamericanos dejen de parir, que es muy molesto y además son muy feos. El pobre Malthus -bien enterrado esté- no cayó en la cuenta de la bomba demográfica. No consiste en que haya mucha gente sino en que haya pocos jóvenes. Pero Jeffrey, que aún vive, no se ha percatado del asunto, y por eso ha escrito "Economía para un planeta abarrotado", título que ya proporciona alguna pista. Vamos que, según el mejor economista del mundo, en el tal mundo sobran algunos. Estoy de acuerdo: sobra, si no él, sí sus libros. Y sobra Malthus.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com