Se lo aseguro, me he resistido a escribir sobre la decisión vaticana acerca del sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Me he resistido, entre otras cosas porque no tengo especial interés en darle la oportunidad a la panda de cabritos con lunares verdes y vistas a la calle, que explotan este asunto sólo para manifestar su odio y su mal crianza. Pero, al final, supongo que tengo que entrar en ello.
En primer lugar. Con la pederastia ocurre como, en materia de virtudes, con la cobardía. La progresía ha conseguido convertir muchos defectos en virtudes y muchas virtudes en defectos, pero no ha avanzado mucho con la cobardía. Ni el más cínico es capaz de convertirla en una virtud.
Pues bien, con el terrible defecto de la pedofilia ocurre algo parecido, en el campo de las miserias humanas: hemos conseguido que las indecencias, la pornografía, la prostitución, incluso el homicidio del más débil, por ejemplo del niño, sea aceptado como producto de la libertad personal, pero afortunadamente- la pedofilia continúa siendo algo vergonzante.
1. Veamos. El contenido del comunicado vaticano (Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe) deja, como dijo alguien, poco espacio para la interpretación. Con gran dolor no como otros que yo me sé, que lo hacen con regocijo- tengo que decir que sin sentencia es un veredicto de culpabilidad para el Padre Maciel.
Por tanto, el durísimo comunicado de la Iglesia es, ojo, desde esta premisa de culpabilidad, el único posible: se le condena a vivir una vida retirada, sin conexión con la Legión que fundó, vida de oración y penitencia en la que ni tan siquiera podrá manifestar su inocencia. Todo ello después de haber sufrido con anterioridad otra investigación que dio el resultado opuesto : inocencia absoluta. Así, Roma se evita un proceso a su edad y se hace justicia con los presuntos agraviados y con una situación así. Tolerancia cero, caiga quien caiga, con un vicio tan horrible. justicia con las víctimas, dureza con el escándalo y compasión con el verdugo, amén de aviso para navegantes. Una decisión salomónica, perfecta.
Además, ha hablado la Iglesia, y cuando eso ocurre lo único que debe hacer un cristiano es obedecer y rezar. Los legionarios lo han hecho y hay que descubrirse ante su actitud. Quiero decir que el bueno de Lutero, cuando el Papa le llamó la tención pronunció aquello tan lírico de El Papa es la mierda que el diablo ha cagado en la Iglesia. El chavalote era de lo más lírico. Sin embargo, los legionarios han hecho justo lo contrario, a pesar de estar convencidos de la inocencia de su fundador.
2. Ahora bien, ¿y si la premisa fuera falsa? ¿Y si Marcial Maciel no fuera un pederasta? ¿Puede equivocarse el Papa? En esta materia sí, pues no es de fe ni de costumbres (es decir, de moral, de doctrina). Porque claro, aquí lo que llama la atención es aquello de Por sus frutos los conoceréis. De los espinos no salen higos. ¿Puede un pederasta poner en pie desde la nada una fuerza de la Iglesia, un torrente de vocaciones sacerdotales en tiempos de sequía, una legión de defensores de la fe, de gente sabia y santa, sacerdotes de primera división, laicos comprometidos, generosos, mártires, profesores egregios, fieles al Magisterio?
3. Porque luego hay que ver la figura concreta. Marcial Maciel no es un sabio ni un místico. No es Íñigo de Loyola ni Francisco de Vitoria. Es un señor al que Dios le dice que monte una congregación en la que su papel, ojo al dato, es el de algo parecido a un ama de casa. Forma a sus futuros sacerdotes con los Jesuitas, hasta que la propia Legión cuenta con intelectuales de talla y de fidelidad al magisterio. En México y en España, la principal tarea del fundador no es dar clases, sino dar sablazos para poder alimentar a los chavales que ha reunido en torno a sí. Les consigue la comida, les cocina y les lava la ropa. Quien haya contemplado las fotos de Cuernavaca o de Comillas, con toda la chiquillería durmiendo en una nave que servía de cocina, comedor, sala de estudio y dormitorio, puede concluir con alguna imaginación que en aquel ambiente cerrado, producto de la poquedad de medios, una mente calenturienta confunda la necesaria cercanía física con otra cosa.
4. Sigamos. Lo que más me sorprende es que los acusadores del Padre Maciel señalan el momento álgido de su presunta pedofilia a finales de los años cincuenta. Dado que nació en 1920 Maciel contaba 40 años de edad. Por lo general, la historia de la degradación sexual humana es muy simple, y parte de la separación entre sexo y amor. Podríamos clasificarla en prostitución, homosexualidad y pederastia. Reparen en que muchos de los pedófilos son cincuentones y hasta sesentones, personajes tan degradados que ya no buscan sexo porque en el sexo no encuentran placer alguno; lo que buscan es el mal por el mal, rasgando la inocencia de la niña o, a más a más, del niño.
Sí, pueden existir pedófilos a los 20, 30 o 40, pero lo que me extraña es que las acusaciones, en su día negadas por un investigador, sean ahora ratificadas y sigan refiriéndose a finales de los cincuenta o primeros años sesenta. Luego, al parecer, se habría regenerado. Pues mire usted, suena rarote, porque a los 40 años se hace uno pederasta, no se deja de serlo. ¿Se arrepintió? Vamos a suponer que sí. Ahora bien, a mí me resulta no difícil, sino casi imposible de creer, que un tipo abandone su vida familiar de clase media, incluso media alta, se empeñe en sacar adelante una congregación religiosa mal negocio, se lo aseguro- se reviente 24 horas al día sin ningún objetivo humano y sin otra compensación que la espiritual y al tiempo se refocile con chavales, con los propios chavales a los que alimenta, viste, atiende y sustenta. No digo que no sea posible, pero suena muy, muy extraño. Un pederasta es alguien dominado por su miseria de tal forma, que lo lógico es que emplee su fortuna para comprar seres humanos a los que destrozar, pero no utiliza a los seres humanos a los que saca del arroyo con su dinero y con su esfuerzo. Vamos, digo yo.
Eulogio López