Tiene toda la razón José Manuel Lara, presidente y propietario de Planeta, jefe de A-3 TV, Onda Cero y La Razón. Los padres son los que educan a los niños, no la televisión. Eso es muy cierto. Además, lo dijo en un momento crucial: cuando las grandes cadenas -la pública RTVE, la de Lara, la de Polanco y la de Berlusconi- firmaban con el Gobierno el Código Contra la Telebasura. Es decir, realizaba sus declaraciones en un momento dulce, de consenso (dichosos aquellos días en que había revoluciones y conspiraciones violentas y no consensos aborregados: ¡Cuánta nostalgia!), con todos los presentes deseosos de aplaudir al vecino, a ese mismo vecino al que, en otra situación, degollarían con gusto.

Insisto : tiene toda la razón. Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, de evitar, por ejemplo, que no vean telebasura. Los profesores, aunque ellos no lo sepan, son, de hecho, meros técnicos contratados por los padres para ayudarles en la formación de sus retoños, y la televisión, ni tan siquiera eso.

Ahora bien, aquí hay un equívoco, algo bastante habitual cuando anda por medio el progresismo. El Gobierno ZP, que ha auspiciado el llamado Código Contra la Telebasura, profesa el credo progresista con más fiereza que entusiasmo y más tenacidad que alegría. Porque el progre no cree en el bien ni en el mal, es más, su rígido código de conducta le impide pronunciar esas dos palabras, o lo que es peor, esos dos conceptos: el bien y el mal no existen, dice el progre, con el mismo entusiasmo con el que los viejos comunistas juraban que Dios mismo se les había aparecido para comunicarles oficialmente su no existencia. Por tanto, a lo más que ha llegado esa luz de la progresía, nuestra bienamada vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, la de los elegantes atuendos, es a decir que la telebasura no es mala en sí misma, no es inmoral (blasfemia prohibida por los mandamientos progres), sino que no es conveniente para los niños. O sea, que no es mala, sino incorrecta. Observen esta gran conquista progre: en los libros de texto de los escolares, las cosas ya no son buenas o malas, sino correctas o incorrectas. Es decir, su maldad es puramente técnica.

Pero lo cierto es que no es así. La telebasura, es decir, el engaño, la pornografía, la violencia gratuita, la intromisión en la vida privada, en suma, la frivolidad, no es mala sólo para los niños, sino para todo el mundo. Es negativa por inmoral, para jóvenes y adultos, para hombres y mujeres, para escolares y para jubilados, ricos y pobres, cultos e incultos, sensibles y pétreos. Y no es mala en horario infantil, sino en cualquier tipo de horario. Y no afecta sólo al receptor, sino, en cuanto que inmoral, degrada especialmente al emisor, a todos los que lo producen. Por ejemplo, al señor Lara.

Naturalmente, el relativismo progre hace aguas cada cinco palabras. Un ejemplo : la violación de la intimidad, deseada o no por el violado, es la nota característica de lo que habitualmente entendemos, con criterio poco amplio, como telebasura. Pues bien, seguramente, a doña Teresa Fernández de la Vega, promotora de esta gran realización gubernamental, no le agradaría que un equipo de ¿Dónde estás corazón? o Salsa Rosa comenzara a investigar sobre su vida privada, nos contara cuál es su pareja, en qué trabajan sus familiares, quiénes son sus amigos y sus enemigos, cuál es su vida sexual, etc. Y le disgustaría tanto si se emitiera el programa en horario infantil como a las 3 de la madrugada.

Por tanto, el problema no es de horarios ni la responsabilidad es de padres. El problema es de todos y a cualquier hora. La telebasura no debe recluirse en parte alguna: simplemente debe suprimirse, especialmente de las televisiones en abierto. A fin de cuentas, la concesión de licencias de televisión, a la que tantos aspiran y tan pocos consiguen, supongo yo que debe conllevar alguna responsabilidad. Por lo tanto, amigo Lara, claro que tienes también tu cuota parte de responsabilidad. Lo que un editor no puede hacer es situar a su audiencia ante la única alternativa de apagar la televisión. Es cierto, los poderosos, sean editores o políticos, siempre te dan la libérrima opción de no ver televisión. Siempre te proponen algo parecido a esto : Si no te gusta, no lo hagas. Pero seguramente que nadie vea televisión no es a lo que aspira el señor Lara. Y por otra parte, ¿por qué la moralidad tiene que excluirse siempre en una especie de exilio interior, de suicido intelectual o informativo? No señor, yo quiero ver televisión y quiero ver buena televisión : lo exijo como espectador y ciudadano. Además, los padres lo único que te piden es que no se lo pongas más difícil.

Pero no se engañen: la telebasura es una porquería en sí misma porque es inmoral. Lo que ocurre es que ni Lara, ni Cafarell, ni Paolo Vasile, ni Alejandro Echevarría, ni Javier Díez Polanco se atreven a pronunciar esa palabra... y mucho menos a admitir ese concepto.    

Bien pensado, ¡qué dura es la vida del progre!

Eulogio López