Ocurrió en 1994, cuando asesinaban, en la localidad pontevedresa de Nigrán, al industrial David Fernández, a su mujer, a su hija y su criada. En aquel momento, era ministro de Trabajo y Seguridad Social un sujeto políticamente peligroso y personalmente intratable, llamado José Antonio Griñán (en la imagen). Yo trabajaba en la agencia Servimedia, y sucedió que un redactor cometió en error, un lapsus, y tituló: "El cuádruple crimen de Griñán".

Hubo que pedir disculpas al señor ministro porque él no tenía nada que ver en el asunto. El actual presidente de la Junta de Andalucía sólo comete crímenes de lesa demagogia. Por ejemplo, se planta ante la prensa y dice que el Gobierno central le obliga a cerrar la mitad de los centros educativos o el 100% de los hospitales.

Pero hombre, señor presidente, si lo que le han puesto es un techo de la deuda -superior al de Madrid, por cierto-. El endeudamiento sólo es la forma de pagar el déficit acumulado y quiero pensar que usted, señor presidente, no pretende más deuda para pagar más déficit. Porque si los hospitales y los centros educativos andaluces se financian con deuda entonces es que usted está quebrado y la culpa sólo la tiene usted.

En cualquier caso, judicializar el asunto, en unos momentos en que nos aprietan por todos lados, es propio de los que somos: un país cainita.

El caso catalán es distinto. Los catalanes han hecho un ajuste muy duro, en ocasiones superior al de Rajoy para el conjunto de España. Pero los catalanes, insisto, tienen un grave problema: son unos sentimentales, y cuanto más nacionalistas más absurdamente sentimentales. En plata, las cosas no son buenas o malas en sí mismas, sino según lo haga Madrid o lo hagan los demás.

La buena política se hace con la cabeza y de corazón, no con el corazón y de cabeza.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com.