Sr. Director:

Mariano Fernández Bermejo, ministro de Justicia de España, ha amenazado a los objetores con "consecuencias". (Se refiere a quienes objeten que sus hijos cursen la asignatura "Educación para la ciudadanía").

La objeción de conciencia es una de las máximas expresiones de la dignidad de la persona humana porque indica: a) que se posee conciencia (Boecio definió persona como sustancia individual de naturaleza racional); b) que se es libre; c) y que se ejercita la libertad.

¿Cabe algo más grandioso que situarse gallardamente frente al poder y decir: no haré esto, porque lo veo injusto? ¿Acaso no es impresionante la figura de Antígona, enterrando a su hermano frente a las disposiciones injustas del rey Creonte, en la famosa tragedia de Sófocles?

Pretender que el legislador determine qué es objetable y qué no, es, sencillamente, destruir el derecho a la objeción de conciencia.

En esta cuestión se verifica una nueva contradicción en la ideología relativista. De una parte se postula una absoluta libertad de conciencia, independiente de moral objetiva alguna. De otra parte, se niega el derecho a objetar frente al Estado. Por tanto, la predicación de una libertad de una conciencia autónoma es en cierto modo demagógica, al menos para quienes postulan que ante el Estado no se puede objetar, sacralizando así el poder político.

En definitiva, la soflama antiobjetora del ministro de justicia es muy injusta, lo cual es paradójico en quien se supone ha de servir a la justicia, o sea, al hábito de dar a cada uno lo suyo.

Antonio Barnés Vázquez

barnesius@hotmail.com