Espero que no se me enfaden los no pocos de mis amigos, y también familiares, naturales de León, pero para nosotros los asturianos, los leoneses son cazurros, con esa denominación lo damos todo por dicho. Si yo fuera de León, tampoco me preocuparía: es sabido que los asturiano somos vanidosos, engreídos y tenemos fantasmas para llenar todos los castillos de Escocia.
Pero el caso es que el diccionario de la RAE no se muestra clemente con el calificativo. La primera acepción nos informa de un hombre malicioso, reservado y de pocas palabras. La segunda evocación no mejora el asunto : Tosco, basto, zafio. La tercera transita desde la moral a la inteligencia, o del corazón a la cabeza, pero seguimos bajo mínimos: Torpe, lento en comprender. La cuarta y quinta acepciones profundizan más en la vulgaridad de lo descrito por el término : Se decía de las palabras, expresiones o actos bajos y groseros, para finalizar en las personas que las profiere o practica.
Lo curioso es que los asturianos, poco dados a consultar el DRAE, entendemos por cazurro una mezcla de todo lo anterior pero, sobre todo, con un aditamento fundamental que completa el campo semántico del concepto : los cazurros son cabezones como mulas. El cazurro es un tipo que cuando se encuentra con una negativa, con una postura enfrentada se reafirma más en la suya, como si fuera una cuestión de honor. En pocas palabras, aquello de ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas.
Zapatero es todo un leonés, pero no sería justo asignarle las cinco acepciones del DRAE. Si acaso, la primera y la tercera. Pero lo que podríamos calificar como acepción libre asturiana, la del caldo y las tazas, y le va como anillo al dedo, como un guante que encaja a la perfección.
La historia política de la pasada semana encaja en esa definición a la perfección. Empantanamiento en las negociaciones sobre el Estatut y máxima alarma ante el felipismo, con un Felipe González que llama a los diputados socialistas andaluces y extremeños a la rebelión si ese majadero denominación favorita de González para dirigirse a su sucesor- lleva al Estatut hasta un punto de no retorno.
Segunda etapa: reunión con los líderes territoriales catalanes. La prensa habla de buen ambiente, en comparación con la anterior reunión de barones socialistas, por lo que hemos de deducir que en la anterior saltaron chispas, aunque nadie nos lo había contado.
Sea como fuera, el andaluz Manuel Chaves se viene a la reunión madrileña con un planteamiento que rebaja todas las expectativas, echa agua al vino estatutario y les dice a los catalanes que de privilegios nada. O cuando Ibarra se planta y advierte que nación sólo hay una: España.
Es igual, salvado el escollo de la reunión, nuestro insensato cazurro, el malicioso de pocas palabras, abre entonces la vía vía de agua- del idioma catalán, obligatorio en una comunidad donde los indígenas de tercera generación apenas superan el 50% de la población. Si no quieres caldo
Y más, los catalanes exigen administración única, más que nada por pedir, y el de las dos tazas llega más allá y pacta, no que Cataluña sea subsidiaria del Estado, sino que España sea subsidiaria de Cataluña, ente otras cosa a través de la tontuna de las competencias blindadas, que suponen un atentado contra el artículo 149 de la Constitución. Por cierto, tengan la delicadeza de leer el tal artículo. Creo que de las 32 potestades del Estado, el borrador de Estatut vulnera unas 33.
Nuevo cabreo de los barones, más gasolina para los pirómanos del ERC y CiU (y también del PSC) y, de propina, el respeto a la libertad de reunión, por lo que ETA podrá burlarse de la ley que el mismo PSOE apoyó con una argumentación que haría reír a un estudiante de primer trimestre de primero de derecho : el congreso de Batasuna no lo convoca Batasuna, sino directivos de Batasuna a título individual: Do you understand?
Pero el cazurro cantamañanas (lo de cazurro es mío, lo de cantamañanas es lo que llaman los socialistas veteranos, aquellos que recuerdan que ese cantamañanas no va a destrozar lo que hizo Aznar, sino lo que hicieron los propios socialistas) tenía que cerrar la su gran semana a lo grande. Se planta en su mitin dominical y la TV nos ofrece las siguientes imágenes: Zapatero, en el Congreso de los socialistas valencianos, con la misma sonrisa de Mr. Bean en California, nos ofrece las tres tazas de caldo : Y ahora que estamos en el debate de la reforma de los Estatutos dicen que es el fin de España. Estamos en el principio. Nadie avisó al público de que era el momento previsto para reír las gracias del líder y prorrumpir en un sonoro aplauso por lo que se hizo un ominoso silencio. Sólo la sonrisa eterna del cazurro indicó a los presentes que era el momento de agradecer semejante esfuerzo intelectual. Si en la TV estatal hubiera buenos profesionales, conscientes de su responsabilidad ante la autoridad, le colocarían a Zapatero unas risas enlatadas, que ayudaría mucho a desgranar ese torrente de ideas, que más que paradójicas resultan pajaródicas. De dónde aquí me iban a decir a mí que estábamos en el comienzo de España, por no hablar de esa maravillosa novedad argumental, de que reformar los estatutos de autonomía supone la recreación de España. Esta cazurrada sólo fue superada por aquella otra de que no es la verdad la que os hará libres, sino la libertad la que os hará verdaderos. ¡Y que viva Platón!
Y así, pincelada a pincelada, el retrato de Zapatero va tomando cuerpo. Todavía podría darnos sorpresas, pero es muy posible que lo terminemos en breve, porque no hay mal que 100 años dure ni cuerpo que lo resista. Hasta ahora sabemos que ZP era ignorante, insensato y rencoroso; ahora hemos descubierto que, además, practica la cabezonería cazurra, una especie de locura, de carrera hacia adelante, que le lleva a retar a todo y a todos, a adversarios y correligionarios, incluso al sentido común, si considera que sus donaciones pueden permitirle mantenerse en el poder, que es su único objetivo. Esto no es grave, a fin de cuentas es el objetivo primero de todo político. Lo que distingue a Zapatero es que, como buen cazurro, no tiene límites. Todo político considera que su prioridad es el mantenimiento en el poder por el mayor tiempo posible, por todos ellos se imponen unos límites, unos principios ante los que no se puede transigir. Lo que distingue a los políticos es dónde colocan la línea roja que no están dispuestos a traspasar, aunque eso les cueste el cargo. Lo que distingue a Zapatero es que no tiene líneas rojas, que no tiene límites. Y si alguien en lo recuerda, ZP responderá: Si no queréis caldo, os vais a tragar dos tazas.
Un desastre de este calibre, que convierte a Aznar en un estadista humilde, a González en maestro de la honradez, a Calvo Sotelo en arquetipo de la flexibilidad y a Adolfo Suárez en un erudito, es un lujo que sólo una potencia como España puede permitirse.
Eulogio López