Sr. Director:

Por una feliz iniciativa, el alcalde de Lérida se ha comprometido a ofrecer empleo a una veintena de prostitutas que ejercen en las inmediaciones de la N-II, con el fin de que cesen en su actividad.

La prostitución no debe regularse sino suprimirse: en ella se juegan más que cuerpos, almas, del que se prostituye y de la que se deja prostituir. No es de recibo hacer la vista gorda ante el mal que acarrea a toda la población circundante: maridos que frivolizan y acaban siendo infieles pudiendo dar al traste con su matrimonio, jóvenes incitados al sexo sin que sea su hora, ambiente arrabalero y quejas vecinales.

En Noruega se optó por su prohibición y todos han salido ganando: prostituirse es venderse al mejor postor a cambio de una esclavitud.

María Dolores Bravo

mariadoloresb@gmail.com