Es increíble pero en seis años de crisis no hemos aprendido nada. Absolutamente nada. Ni gobernantes ni gobernados. Para entendernos, la crisis que nos asola es de corte financista, lo que Juan Pablo II, en palabras de empalagosa traducción al castellano, llamaba la 'financierización de la economía'. Si lo prefieren, toda la economía está al servicio de los mercados financieros y los gobiernos salvando bancos y emitiendo deuda, es decir, privilegiando a los rentistas sobre los productores y a la bolsa sobre las empresas.
Todo ello debería haber llevado a que la economía real se desendeudara. Hombre sí, lo han hecho, sobre todo al familiar y las empresas pero no los bancos (el sistema financista -derivada última y tenebrosa del capitalismo- consiste en que todo el mundo se debe a todo el mundo) ni, sobre todo, el Estado.
Lo malo no es cuando la teoría se hace práctica sino cuando la práctica se hace teoría.
La locura cunde: los analistas piden a las empresas que se endeuden, no menos del 5% sobre Ebitda. Una barbaridad, pero es que la inmensa mayoría de los analistas financieros son financistas de corazón. Nadie invierte con fondos propios, con su dinero, para entendernos, sino con un crédito bancario. Por eso, si no fluye el crédito la economía no remonta. Valiente chorrada: pon tu propio dinero en lugar de convertirte en prestatario en tu empresa y prestamista en bolsa. Mejor que fuera justo al revés.
Solución para salir de la crisis: invertir y gastar el dinero propio, no el ajeno. Pero los responsables de la economía mundial planean lo contrario: seguir privilegiando a los prestamistas frente a los prestatarios. Y así no hay manera.
Vivimos en un mundo de deudas altas y salarios bajos, y donde los bancos lo tienen más fácil que las empresas y donde la propiedad privada pequeña, la que nos sacaría de la crisis, está aún más penada que la gran propiedad. De este modo, estamos abocados a la crisis permanente.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com