Sr. Director:
Una razón de peso es el abandono -y escarnio constante- de la ética cristiana como raíz de nuestros valores morales. La discrepancia tal vez viene a continuación.

Para usted, este abandono estaría relacionado con "éticas alternativas" (que no van a ningún sitio, eso es claro).

Para mí el tema es más grave. Hay una sacralización del deseo como motor de compra. Cuantas menos cortapisas a este desear, más mercado. Todo deseo, reza la publicidad, es satisfacible (pagando por ello). Ni posmodernidad ni leches, he aquí el verdadero motor ético contemporáneo. Todo es posible (desde la eterna juventud al éxito) pagando.

¿De dónde?, ¿para qué limitar el mercado poniendo cortapisas a este desear? Al contrario, juguemos con el deseo para generar nuevas necesidades. Una persona madura está, hasta cierto punto, vacunada contra estas estrategias (por poner un símil, al menos sabe que si come demasiado se empacha), un crío no.

Para mí aquí hay que buscar la razón de la pérdida de predicamento de nuestras éticas cristianas. Los cristianos estamos haciendo un favor al mundo al informar que, quieran o no, hay que matizar el deseo y ordenarlo con vistas al bien y al amor.

Hay cosas deseables correctas y otras incorrectas. Pero el mercado (sería más correcto los mecanismos de compra) tiende a ser deliberadamente ambiguo -como mínimo- en esta clase de distinciones.

Como sea que sacralizar el deseo lleva a la insatisfacción a la frustración y al nihilismo, coincidirá usted conmigo que hoy, más que nunca, es una suerte ser cristiano.

L. Besa

luisbesa@interprogramas.es