Empezado por el final, me gusta más el diagnóstico que la Comisión vaticana hace de la crisis que la terapia que propone. Resumiendo, el Consejo vaticano Justicia y Paz dice lo siguiente:
1. Señala como origen de la crisis económica actual la burbuja financiera. Por decirlo así, la creación de demasiado dinero en el mundo. Parece algo innegable pero muy pertinente, ya que los poderosos del mundo y los capitalistas financieros llevan negándolo durante los últimos cuatro años. El injusto sistema económico que padecemos tiene por origen básico que el dinero en circulación ha aumentado en progresión geométrica mientras la producción de bienes y servicios lo hacían en progresión aritmética. Es como si los mercados financieros se hubieran independizado de la producción a quien están llamados a servir y, además, la hubieran parasitizado. Es o que Juan Pablo II identificó como "financierización de la economía" y que yo me permito traducir como economía financista. Esto da lugar a todo tipo de abusos y quien quiera comprobar las consecuencias puede observar este vídeo humorístico que tantas veces les he recomendado. Más ameno es el artículo sobre el reciente estreno cinematográfico, Margin Call, que aconsejaba nuestra crítica de cine Juana Samanes.
2. Propone El Vaticano la creación de una autoridad monetaria mundial, una especie de banco de bancos, encargado de producir dinero. Yo le tengo mucho miedo a la globalización económica. Comenzó siendo económica pero ha acabado en libertad de movimiento de capitales que no de personas -trabajadores-. Y esa asimetría ha provocado la miseria que palpamos ahora mismo.
Globalizar la producción de dinero en un único organismo me preocupa. Es cierto que el dinero sólo es un medio de cambio, pero es que en una economía financista tan acentuada como la que vivimos, la producción de dinero va ligada a la especulación con deuda pública, la peor de todas. En definitiva, el principal especulador -que es lo que combate la Iglesia- es el político que emite deudas para mantenerse en el poder con votos subvencionados. Cuando no puede pagarlos, pasa lo que pasa: el banco central tras el lamentable Alan Greenspan y su exuberancia irracional de los mercados, nos ha llevado a la ruina a todo el planeta.
Mejor sería que, fuera un solo organismo o muchos, uno por país, o cualquiera, los habilitados para crear moneda, sólo puedan hacerlo con unos topes. Sí, hablo del patrón oro, pero no tiene por qué ser el oro: puede ser el propio crecimiento económico, pues para eso se crea el dinero: para ponerse al servicio de la economía real, no al revés, que es lo que sucede ahora.
3. Lo mismo ocurre con la creación de un supervisor mundial de bancos. Los bancos centrales -además de la política monetaria antedicha, que realizan en concubinato con los gobiernos emisores- tienen asignada la labor de supervisión de los bancos. Ahora bien, esta labor de supervisión se desdobla en dos: regulación e inspección, que aplica la regulación vigente. La labor de regulación ya está globalizada: se llama Basilea y se ha convertido en uno de los peores desastres económicos del mundo moderno. Se guía por el inmoral apoyo a los grandes sobre los pequeños. El ideal de Basilea -y de Merkel, de Obama, de Cameron- siguen siendo pocos bancos muy grandes. Eso les hace ingobernables por los inspectores provinciales y, además, los grandes siempre abusan de los pequeños. Basilea es uno de los grandes responsables de la crisis bancaria, y la economía financista, parasitaria de la economía real y causa de la actual crisis. Lo grande es ingobernable.
4. Y no me gusta la crítica al liberalismo. Comprendo que el cristiano lleva lidiando con el liberalismo filosófico desde hace tres siglos. Lógico: el liberalismo ha terminado en relativismo y el relativismo es liberticida, mientras que la fe cristiana es liberadora.
Ahora bien, Juan Pablo II prefería hablar de neoliberalismo, más que nada para distinguir entre liberalismo y capitalismo, que no es lo mismo, especialmente, no es lo mismo ser liberal que ser financiero. Sin entrar en pormenores, podríamos decir que -insisto en economía, no en filosofía- liberal es el defensor de la propiedad privada mientras que el capitalista es el defensor de la empresa privada, especialmente la banca. Y no, no es lo mismo. Como advirtiera Chesterton, un carterista puede ser un gran defensor de la empresa privada, pero nunca se le podrá considerar un partidario de la propiedad privada. Si a esto añadimos que los mercados financieros se caracterizan porque en ella operan sociedades anónimas financieras que trabajan con "el dinero de los demás", dinero que, por cierto, utilizan con gran alegría. Si fuera dinero suyo, propiedad privada suya, no asumirían los enloquecidos riesgos que asumen. Los agentes del mercado financiero no son propietarios: son comisionistas. No son liberales, son capitalistas y capitalistas financieros: no aportan sino una mínima parte del capital con el que negocian. Y cuando hacen perder dinero "a los demás", entonces "a los demás", es decir, al Estado, que cubra las pérdidas mientras ellos evitan responsabilidades por el daño causado.
No olvidemos que León XIII y su Rerum Novarum lanza la idea de que lo mejor es un mundo de propietarios no de proletarios. La propiedad privada es fuente de libertad y de derecho. Pero la propiedad financiera es poca propiedad privada y mucho "dinero de los demás".
5. El Vaticano propone la Tasa Tobin. No concreta en qué tipo de mercado financiero pero lo aplaudo. Se trata de ponerle freno a la especulación financiera y eso es bueno.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com