Publicamos esta carta de d. Miguel Vinuesa con la documentación que aporta –cómo no- la Agencia Zenit, sobre el ‘Motu Proprio' que prepara el Papa Benedicto XVI. Ahora bien, debe quedar claro que el problema de monseñor Lefebvre no se agota en una liturgia pre-conciliar. Esa liturgia se celebra hoy en templos de Madrid, fidelísimos a Roma y que cuentan con la aprobación del Obispado (por ejemplo, en San Luis de los Franceses).

El problema de Lefebvre es de mucho más calado, y, como ocurre en todo cisma y herejía, habla de la caída del diablo a los infiernos por "la ley de la gravedad". Esto es, el cisma del obispo francés no tiene su origen en la doctrina sino en la soberbia, la misma soberbia de la parroquia San Carlos Borromeo, que llevó al obispo galo a ordenar obispos y sacerdotes al margen de Roma. En definitiva, rompió la sucesión apostólica.

Desconozco lo que dirá el papa sobre una liturgia, un misal, que se remonta a Pío V (Misal Romano de 1570), aunque pronostico -¿a que me equívoco?- que alentará ambas. El misal de Juan XXIII sirvió para que muchos fieles pudieran seguir la Eucaristía en su propia lengua, por lo que entendían mucho más. Al mismo tiempo, impidió que cualquiera que viajara al extranjero pudiera entender la Misa.

El misal de Juan XXIII es más participativo que el tridentino, lo que es bueno, pero también se ha prestado a más manipulaciones y faltas de respeto al Santísimo que el de San Pío V, lo que es malo. Muchos sacerdotes, incluso santos –por ejemplo, San Josemaría Escrivá de Balaguer- solicitaron permiso para seguir celebrando por el rito antiguo. En esto ocurre como con la comunión en la boca o en la mano: si la Iglesia permite ambos, no hay más que hablar, y todos los fieles son libres para elegir, que no para establecer terceras derivadas, como la de untar la forma en el sanguis como si fuera una galleta Fontaneda. El problema no vine por las formas litúrgicas sino por el orgullo de rebelarse contra la doctrina, un orgullo que parece condición 'sine quae non' de la clerecía, sea "progresista" o "conservadora". No son ni lo uno ni lo otro: son desobedientes porque son engreídos.

Eulogio López