Sr. Director:

La solución para remediar los males de España, a estas alturas de los acontecimientos, pasa por la Consagración de nuestra gran nación a la Divina Misericordia: evidentemente, no podemos confiar en que nadie, salvo Dios, nos arregle el entuerto... entre otros motivos, porque los encargados de hacerlo están más preocupados por sus propios intereses que por enderezar España.

Ya sé que parecerá una solución absurda y ridícula... pero precisamente ésta es la clave de su eficacia: no siendo una decisión "razonable", se convierte en una opción exclusivamente de fe... de enorme fe, ya que nos arriesgamos a ser ridiculizados por los descreídos. Ésta es la única condición que pone Dios para atender nuestras súplicas: ¡que se lo pidamos con fe y sin vergüenza!

Señores Obispos de la Conferencia Episcopal, confíen más en Dios y menos en los políticos y en los medios de comunicación: consagren España a la Divina Misericordia, que es el medio que por naturaleza les corresponde para ayudar a esta doliente España.

Y ya pueden reírse los descreídos...

José Alberto Fernández

jalbertofl@terra.es