¿A qué vienen, o a qué deberían venir, los jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)?

A descubrir su vocación y a pronunciar el "sí quiero" a Cristo. De la JMJ deben salir vocaciones sacerdotales, misioneras, de vida consagrada y matrimoniales. Y éstas últimas con ganas de tener muchos hijos. La JMJ es el momento de decidirse a cambiar de vida y a cambiar el mundo.

Digo esto porque  últimamente he topado con personas de criterio cristiano absolutamente despegadas de la JMJ. El uno, uno de los más conocidos escritores católicos españoles, asegura que el Papa debe impartir su Magisterio desde Roma, y que sobran jornadas y viajes y movimiento. Estoy de acuerdo en que nos movemos demasiado, lo suficiente para no tener que pararse a pensar. Pero si alguien necesita moverse más ésos son los cristianos. Juan Pablo II invitó el Papado itinerante, y llevó a Cristo hasta el último rincón de la tierra. No puede pedirse más. A partir de él, cada cual debía escoger.

Otro, afamado catedrático y reconocido intelectual, me viene a decir lo mismo: lo suyo es estético, no le agrada el movidón de la Jornada, ni el aparato de los preparativos. A un tercero le desagradan los fichajes de la curia para preparar el gran acontecimiento, porque no les cree capacitados e incluso alguno le parece un poco cretino y un mucho aprovechado. ¿Y qué? Un cuarto me asegura que el cardenal Rouco se equivocó al luchar por el evento e incluso puede estar eludiendo otras actividades pastorales mucho más urgentes. Un poderoso editor incluso aprovechó la petición de apoyo para la JMJ del susodicho arzobispo de Madrid para reprocharle lo poco que le había apoyado la Jerarquía en su proyecto empresarial ¿Y por qué tenía que ayudarle? Me recordaba al párroco don Camilo, del genial Guareschi, empeñado en reprocharle al Cristo que no hubiera otorgado el triunfo al equipo de fútbol parroquial cuando se enfrentaba al de la Casa del Pueblo, controlado por los comunistas. Al parecer, los obispos están para apoyar a los editores cristianos. Y yo que pensaba que era justamente al revés: los fieles apoyan la Jerarquía a evangelizar, no al revés.

Insisto en mi doctrina teológica -aún no aceptada por un Vaticano imbuido de un espíritu retrógrado-: amar a Cristo y odiar a los cristianos, que son unos pelmas de mucho cuidado.

Hay que rezar, sacrificarse y apoyar a la JMJ. Su éxito no se medirá por lo que digan los vaticanólogos sino por las vocaciones -insisto, no sólo sacerdotales sino también matrimoniales- que surjan. Ni más ni menos. Y si surgen muchas habrá valido la pena todo el tiempo, el dinero y el esfuerzo empleados. Y si no sale ninguna, a lo mejor, también ha valido la pena: ¿Cómo puñetas se mide la influencia de la Gracia de Dios en las almas? ¿Por métodos estadísticos?

Eulogio López

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