A mediodía de este miércoles tenía lugar la que podría ser la última Junta de Accionistas de CEPSA. Entre junio y julio de este año se hará efectiva la OPA de exclusión de IPIC para hacerse con el 100% del accionariado. Total desaparece y los pequeños accionistas saben, y así lo manifiestan, que acudir a la OPA es obligatorio si no se quieren quedar con un papel mojado en las manos.
No solo eso, sino que cuando les dieron la palabra, uno de esos pequeños accionistas aseguró que después de años de permanencia en la compañía 28 euros no le parecía un precio "mollar". En su defensa, el presidente de CEPSA, Santiago Bergareche, señaló que la oferta debía compararse con el precio de la acción en febrero, cuando ésta se formalizó, es decir, con los 22 euros que costaba cada participación. Bergareche argumentó también que el valor de las participaciones había caído en septiembre de 2010 hasta los 15 euros. Eso sí, no tuvo más remedio que admitir que cuando IPIC compró su parte a Fenosa y al Santander el precio fue de 33 euros.
Y eso que el señor accionista no sabía lo que Dominique de Riberolles confirmaría unos minutos después a la prensa: los nuevos propietarios no tienen intención de quedarse para siempre en el 100% y en cuatro o cinco años podrían sacar una parte a bolsa. Durante ese período los planes de CEPSA son crecer, y para ello cuentan con una capacidad de invertir alrededor de 2.500 millones de euros. En pocas palabras, controlado el 100%, hacer crecer la compañía para sacarla a bolsa con un mayor valor.
Lástima que esas inversiones lleguen cuando CEPSA ha perdido su españolidad. De hecho, otro de los minoritarios expuso su tristeza por ver a Endesa en manos de los italianos, a Iberia con los británicos y ahora a la Compañía Española de Petróleos SA controlada por el fondo soberano de Abu Dhabi: "Estoy decepcionado por perder el control de esta compañía". Fueron las palabras que la directiva de la empresa tuvo que escuchar y a las que Santiago Bergareche solo pudo contestar pidiendo confianza porque sus acciones "estarán en buenas manos", tras advertir que la operación era -faltaría más- adecuada a las leyes que regulan el mercado de valores.
CEPSA era la segunda empresa petrolera española, propiedad del Banco Central. Cuando éste fue absorbido al Santander, Emilio Botín se empeñó en deshacer todo su grupo industrial, al igual que hizo Francisco González en el BBVA. Al final se quedó con ella la francesa Total, que ahora se la ha vendido al inversor de la península arábiga IPIC.
Es el vivo esquema de la deslocalización industrial española. Precisamente en una crisis donde los países con base industrial -caso de Alemania o Francia- y no financiera, son los que mejor están capeando la crisis, por ser ésta una crisis de especulación financiera.
Rodrigo Martín
rodrigo@hispanidad.com