Porque Cáritas no es una institución de la Iglesia; es la misma Iglesia, comenzando por su estructura más fundamental que es la parroquia.
A los miles de personas que encuentran su esperanza en la vida de la Iglesia no hace falta contárselo. La Iglesia seguirá ahí, al pie del cañón, independientemente de la ley que en cada momento regule las exenciones fiscales de las entidades sin ánimo de lucro, que conviene recordarlo una vez más, son muchas, y por lo tanto no se trata de ningún privilegio de la Iglesia católica.
Dicho esto, bastan el sentido común y la buena voluntad para entender algo tan simple como el hecho de que con menos recursos, se pueden hacer menos cosas. No es una mera hipótesis de trabajo. Es la realidad cotidiana con la que ya se están encontrando muchas Cáritas diocesanas, que se resienten, como todos, ante la grave situación que sufrimos.
Real como la vida misma, tan real como el hecho de que el ejercicio organizado de la caridad cristiana, que venía desempeñándose mucho antes de la crisis actual, seguirá, por mermado de recursos que pueda encontrarse, al servicio de los que más lo necesiten, también cuando esta crisis pase.
Jaume Catalán Díaz