Sr. Director:
Debajo del acoso fiscal contra el vehículo privado, subyace el prejuicio contra la libertad individual característico de un socialismo paleolítico, resistente a cualquier propósito de evolución. Para saber cómo se las gasta el poder socialista, basta con analizar el modo en que tiende a supervisar las decisiones que afectan a la autonomía personal y cómo fiscaliza las decisiones que la gente toma sobre su calidad de vida. Lo demás es fachada. La retórica yerma de los derechos colectivos cada día más y mejores, según Rodríguez Zapatero es pura impostura para que el verdadero asalto a la esfera privada pase lo más inadvertido posible. Cuando no es por medio de la prohibición paternalista, como la impuesta a los fumadores, es por el de la coacción fiscal, como ocurre con el automóvil, bestia negra del ecologismo de salón practicado por las élites socialistas, como lo demuestra la cruzada que la ministra de Medio Ambiente ha emprendido contra su uso y cuya cima grotesca es esa pretensión de tratar a los funcionarios de su Ministerio como colegiales, pastoreándolos por medio de los sindicatos con el fin de que se turnen en el uso del coche y lo compartan para ir cada día al trabajo.
La idea está grabada, no ya en el programa, sino en los genes del socialismo. Forma parte de su naturaleza vigilar, gravar, perseguir todo lo que se mueve al margen de su poder. Y si tiene ruedas y circula a motor, tanto más peligroso.
Enric Barrull
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