El martes volvía al hogar en el metro de Madrid, la gran, y única obra de Gallardón, cuando vi a un ciudadano medroso, totalmente vestido de negro, y con una bufanda muy conjuntada: negra. Hacía frío en la capital de España ese día, pero no tanto como para llevar la bufanda, no colgando, sino convenientemente anudada alrededor del cuello, en el interior del metro. De pronto uno es así de perspicaz- caí en la cuenta de que se trataba -lo diré rápidamente- de un cura ocultando su alzacuello. Lo que pasa es que le ocurría lo mismo que a los curas y a las monjes progres de los años setenta y ochenta del pasado siglo : más que vestirse, se disfrazan de lacios, con tan horrible gusto, que se les identificaba como cura, o ex, con más facilidad que si portaran sotana, sombrero de teja y, debajo de éste, la correspondiente tonsura.
Nuestro hombre entró el último en el vagón y sólo se atrevió a sentarse cuando todo el mundo se había acomodado. No quería molestar, no quería destacar, no quería ni que le vieran. Los curas no viajan en metro, los curas nos salen a la calle, los curas no existen en el foro público. Y si existen deben esconderse, porque es muy probable que cualquier imbécil se sienta lo suficientemente fuerte como para cantarle las cuarenta al curita, recordarle los campos de concentración de las Iglesias para homosexuales, los millones y millones de personas que mueren de SIDA. Asesinados por los curas, que les niegan el uso del condón o, al menos, en una rasgo de audacia, llamarle por su nombre real: ¡Cuervo!, epíteto que posee la ventaja de todos los insultos: no dicen nada pero lo ofenden todo.
Digo esto porque en el número especial por el vigésimo quinto aniversario del semanario económico El Nuevo Lunes (fíjense si será bueno que allí aprendí yo esto del periodismo económico), donde la ínclita Fernández de la Vega, vicepresidenta primera del Gobierno, y la segunda persona que más tirria le tiene al cristianismo (la primera es su jefe inmediato) nos advierte de que el proyecto del Gobierno Zapatero no va contra nadie: se presenta como un ataque a personas e instituciones -no se esfuercen: está hablando de la Iglesia- lo que para nosotros es el cumplimiento de un compromiso.
Es decir, que el Gobierno Zapatero es totalmente ajeno a la persecución que sufre la Iglesia en España y en todo Occidente (de Oriente hablaremos luego). El Gobierno no es responsable de que los curas escondan su condición, aunque al Gobierno le encante tener a los católicos contra las cuerdas y marginados del foro público. Porque cuando unos dibujantes daneses publican unas más bien inocentes viñetas de Mahoma algo reprobable, sin duda- Mr Bean, el de la Alianza de Civilizaciones se apresura a pedir respeto para todos los credos. Sin embargo, cuando los ataques van dirigidos al cristianismo, cuando los muy ilustres señores Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián, hacen una parodia con un Cristo Cocinado, el señor Zapatero no dice ni pío.
Y es verdad que el Gobierno no es culpable de la actual persecución contra la Iglesia en Occidente. El culpable es Tele 5, y con este canal de TV, la mayoría de los medios informativos que se dedican a mofarse de las convicciones más íntimas de la mayoría cristiana. A la minoría musulmana, por supuesto, ni tocarla. Por ejemplo, vean el vídeo emitido, en horario infantil, por Tele 5. He dudado mucho en ponerlo, porque eso es contribuir a la difusión de la blasfemia, pero me parece que lo más urgente es despertar a los dormidos o a los que se fingen dormidos.
Se trata de una blasfemia. Según la teoría de Gabriel Albiac, en La Razón, la blasfemia no existe, porque un ser infinito no puede sentirse afectado por un ser finito. Le he oído cosas sensatas a Albiac y alguna que otra chorrada insigne, pero ésta se lleva la palma (no de la sensateces sino de las chorradas). Pero volvamos a Tele 5: sus propietarios, y por tanto responsables de lo que se emite, son el capitalista mafiosillo, llamado Silvio Berlusconi, con la colaboración de las familias Ybarra y Bergareche y Luca de Tena, todos ellas fervorosos católicos, propietarios de Vocento, segundo accionista de Tele 5.
Por ahora, ni Zapatero ni Fernández de la Vega, han dicho esta boca es mía sobre una ofensa mil veces más grave a la de las viñetas, sobre el necesario respeto de Tele 5 a los católicos, que en España confiesa serlo tan sólo un 85% de la población y un 20% pierde una hora cada domingo su día de descanso para acudir a la Eucaristía). Pero la declaración se espera en cualquier momento.
Ni se ha oído a don Santiago Ybarra, don José María Pitu Bergreche o a Catalina Luca de Tena, llamar al orden a los descerebrados, o peor, que dijo un vasco, que han perpetrado esta ofensa. Por cierto, aderezados con Sobreviviré, la canción (por otra parte preciosa) que utilizan los gays como himno oficial. No por nada: sólo por ofender.
Y lo mejor: me encantaría que Tele 5 emitiera y también en horario infantil, un video clip donde apareciera Mahoma en paños menores, con extorsión de imbecilidad enajenada, contoneándose en las calles de una gran ciudad y, al final, termina aplastado por un autobús urbano. ¿A qué sería genial? Berlusconi obligará a dimitir a un ministro por mostrar una camiseta con las viñetas -insisto, casi inocentes- sobre Mahoma, y un consulado italiano en Libia fue arrasado, con el resultado de dos muertos en los enfrentamientos entre manifestantes y policías. Venga, Silvio, campéon, pon a Mahoma a bailar en cueros, con turbante y expresión demente. Ya verás lo que nos vamos a divertir.
Luego está lo de la recepción a todos los líderes musulmanes en España con la consabida mezcla de líderes políticos religiosos, que en el Islam no hay mucha diferencia. Son los mismos líderes que exigen convertir la catedral de Córdoba en un centro confesional, también para mezquitas por lo que habría que retirar todas las imágenes mientras en sus países de origen continúan persiguiendo cristianos. Es lo que se llama reciprocidad islámica. En Nigeria, las viñetas de Mahoma hicieron que los musulmanes (no se pueden volver contra su Gobierno a un paso del fundamentalismo) se volvieron contra cristianos y propiedades cristianas, en una revuelta en la que fueron asesinadas 16 personas, la mayoría cristianas. Zapatero, el hombre que bramaba contra las viñetas, no tuvo ni una palabra para los asesinados en Nigeria, uno de nuestros principales suministradores de petróleo y gas.
Pero más culpable que cualquiera de los precitados próceres seremos nosotros si no tenemos un mínimo de coherencia, aunque sólo sea a través de un consumo inteligente: por de pronto, no ver Tele 5. Donde más les duele a sus directores, al cantamañanas de Paolo Vasile, por ejemplo, y a su propietario, Silvio Berlusconi es en la pérdida de influencia y de dinero. Eso es lo que entienden ellos por blasfemia.
Eulogio López