Midiendo sus palabras, Benedicto XVI habló de libertad religiosa en Éfeso, en el lugar en que se cree vivió la Virgen María durante sus últimos años en la tierra. El Pontífice ha puesto el dedo en la llaga de un Gobierno que pretende ingresar en Europa pero que continúa sin respetar los derechos humanos, entre ellos el derecho a la libertad religiosa.

Un día antes, el líder turco Recep Tayip Erdogan ha utilizado al Benedicto XVI durante 10 minutos de conversación para ofrecer luego media hora larga de rueda de prensa y jugar a la confusión. El Vaticano ha tenido que aclarar que ni entra ni sale en la entrada de Turquía en la Unión Europea, aunque anima a Ankara a dialogar con Europa.

Con ello, el Vaticano quiere decir que Turquía haría bien en asumir las esencias europeas, que no el laicismo europeo. Un ejemplo, Kemal Ataturk, padre de la Turquía moderna, instauró un régimen laico en el sentido de que no toleraba la teocracia islámica. Apenas ocho años antes de que Ataturk llegara al poder, los turcos se lanzaban a uno de los más sangrientos, y más olvidados, genocidios del siglo XX: un millón de armenios sobre una población total de 2,2 millones- fueron asesinados.

Además, no es posible integrar en la UE a un país que no respeta la libertad religiosa de los cristianos. Habrá libertad religiosa en Turquía cuando el Gobierno permitía que se celebren eucaristía en la Basílica de San Juan en Éfeso, y cuando la casa de la Virgen María no esté pegada, en mitad del campo, a un puesto militar turco.