El Gobierno echa a Carlos Arenillas –no se va- porque ha sido un desastre en la CNMV, donde ha exhibido, además, su acostumbrado sectarismo progre.

No hago leña del árbol caído Estoy hablando de un hombre que se hizo millonario gracias a una concesión con las antigua sociedades mediadoras del mercado del dinero (SMMD), una de esas graciosas concesiones oficiales con la que el más tonto hacía relojes. Vamos que nos hubiéramos hecho millonarios ustedes y yo.

Sectario hasta la médula, como su señora. Es famoso entre la plantilla de la CNMV su enfado con la secretarias que osaban situar en su mesa de trabajo una foto de su marido o de sus niños. Como se sabe, Arenillas es un progre, y puede acepar cualquier tipo de familia con tal de que sea una familia "rarita": gay, lésbica, arrejuntada, divorciada o, por lo menos, que si es normal, la formada como un hombre o una mujer, no se haya casada por la Iglesia y, sacrilegio, se atreva a tener hijos. Eso ya es provocar. Su señora esposa es igualmente sectaria, sólo que desde el Ministerio de Educación, que resulta aún más peligroso.

Pero no es eso por lo que el Gobierno quiere prescindir de él, a pesar de los buenos servicios que le ha prestado al Ejecutivo –esto es, los pésimos servicios que le ha prestado al público, a los mercados bursátiles-, especialmente el de Endesa. El Ejecutivo quiere prescindir de él por varias razones:

1. Solbes le sigue considerando un hombre de Miguel Sebastián. Recuerden que el vicepresidente se toma la crisis con mucha tranquilidad, pero se trasmuta en feroz cuando se le pretende restar poder.

2. La CNMV ha quedado recortada a una especie de defensor del consumidor inversionista. Ha perdido todo el poder en beneficio del Banco de España, que se ha convertido en el verdadero supervisor de los intermediarios bursátiles.

3. Con Arenillas opera el principio de que no todo lo que es verdad es demostrable. Su famosa cena con Ravider Mhera, el gestor de Vega Fund y antiguo socio de Emilio Botín junior, su actitud en el precitado caso Endesa, o su inacción frente a calentones como el reciente de Unión Fenosa, le hacen, no sólo sospechoso, sino acreedor de la única consigna que no debe aplicarse a ningún regulador, juez o policía: ser débil con los fuertes y fuerte con los débiles.

Por cierto, la famosa cena de 1.400 euros, con Mehra, quien luego contratara al hermano de ‘Littlesands', Jaime, fue otra exclusiva de Negocio, el gratuito económico que se ha convertido en el único medio valiente que existe hoy en el mercado frente a los poderes económicos y al que, por tanto, todos tratan de acallar y ningunear.

Y lo más importante y menos repetido en prensa: Arenillas ha paralizado la gran reforma pendiente, la de los salarios, no sólo de los consejeros de las grandes empresas, sino también de los directivos, el mejor proyecto que su antecesor, Manuel Conthe, tenía en mente, aunque hay que reconocer que sólo al final de su polémico y asimismo lamentable mandato.

No se engañen, en las grandes corporaciones todo el problema son las retribuciones de los directivos y consejeros. Y mientras Solbes exige a los trabajadores moderación salarial, para las tecnoestructuras no parecen existir las vacas flacas. ¿Cómo exigir a los ejecutivos que no se pasen con los salarios? Muy sencillo: propiciando que los propietarios, los accionistas, sean quienes aprueben –atención, no sólo conozcan, sino que aprueben- sus retribuciones. Quizás sea éste el problema de Arenillas que, como buen millonario, experimenta solidaridad de clase.

Y todo esto no es hacer leña del árbol caído. Arenillas es un tronco caído, sí, pero multimillonario. Es decir, fácilmente consolable.

Eulogio López