El programa de la excéntrica pareja Alaska y Mario es un corrosivo "reality show" basado en la nefasta y poco ejemplar vida de esta pareja. Está producido por El Terrat y se emite por la cadena MTV. Con la tercera temporada, es posible sentir de nuevo ese placer culpable, la vida diaria del grotesco matrimonio con una gran carga erótica.

El espacio sigue todos los pormenores de la vida de Alaska y Mario, expertos en convertir su vida privada en un negocio perfecto. En su primera temporada se centró en los preparativos de su boda, así como en la relación con su familia y sus amigos con los que participó en la marcha del orgullo gay. También concurrió Alaska al citado evento. Aunque sólo estaba previsto que se rodaran ocho episodios, los buenos datos de audiencia de la serie, alrededor de un 1% de "share", una audiencia minoritaria pero ruidosa en las redes sociales, hicieron que MTV renovara el espacio por una segunda temporada.

Alaska y Mario, repletos sus cuerpos de tatuajes barriobajeros, son pareja sentimental desde hace más de 10 años. Aunque ya se casaron en 1999 mientras hacían un reportaje para la revista Rolling Stone, en una capilla dedicada a la celebración de bodas civiles en Las Vegas (Estados Unidos).

Doce años después, la pareja aceptó grabar un espacio de telerrealidad para MTV, donde se mostrarían los preparativos de su boda en España. Durante un mes, se filmó toda la vida de la pareja, incluyendo su trabajo lleno de frivolidad, su relación con familiares y amigos, en su mayoría homosexuales, los preparativos de la boda. La pareja celebró dos bodas civiles: una con banquete nupcial para los familiares, y otra para los amigos en la fachada del hotel Emperador de la Gran Vía. En la segunda temporada se retransmitió su luna de miel por Estados Unidos.

El tono del programa es desenfadado y kitsch (de muy mal gusto), mostrando con naturalidad la forma de vida de la pareja, con un lenguaje prosaico, soez y bufón. La figura de Mario se popularizó gracias a su comportamiento extravagante. Alaska se complementa a la perfección con su estrambótico marido.

El espacio parece cada vez más artificial y hueco, girando en gran parte en torno a una autotelepromoción constante, que al menos en los primeros capítulos sabían disimular mejor.

La superficialidad no mueve tantas masas como parecía: lo demuestran las audiencias reales del espacio que, aunque supere en ocasiones la media de la cadena, cuenta con dos contraindicaciones: su coste y que no fideliza un sólido perfil de audiencias que conecten con el resto de la parrilla del canal.
Lo pérfido está en la falta de respeto a la institución matrimonial,
convirtiéndola en un evento para ganar dinero.
Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com