Al igual que ocurre con el sentido común, el buen gusto no tiene apellidos, por lo que renuncio a hablar de buen gusto artístico. Simplemente, quiero decir que alguien ha tenido el buen gusto de destrozar a martillazos el belén expuesto en el Museo Madame Tussaud, aquella víbora enriquecida y mundialmente famosa gracias a sus morbosos gustos por las reproducciones de los ejecutados durante la ilustrada Revolución Francesa.
A los herederos de tan ilustre arpía no se les ocurrió otra cosa que convertir a David Beckham en San José, lo que no deja de ser una ofensa a la inteligencia, y a Victoria Space en la Virgen María, lo que no deja de ser, asimismo, una ofensa a la sensibilidad. Mis felicitaciones son tanto más intensas cuando a un visitante del Museo no se le ocurrió abrirle la cabeza al centro campista del Real Madrid, sino a su imagen de cera. Simplemente, alguien se cansó de tanto insulto gratuito en nombre de la tolerancia, como alguien se cansó en su día de que se representara una obra blasfema en un centro cultural madrileño, pagado con sus impuestos, y decidió prender fuego al escenario.
Menos mal que contamos con Florentino Pérez para pararle los pies al modélico matrimonio. Porque lo de este muchacho empieza a resultar problemático. El chico ha implantado la moda de colocarse rosarios en el pecho. El lunes 13, en el autobús de la línea 27 de Madrid, viajaba con una pareja de adolescentes, claveteados como si se tratara de una cocina alicatada. El apartado femenino de la pareja llevaba un rosario colgando y no dejaba de chupar la cruz, quizás porque quería extraerle el gusto al plástico o porque no tenía otra cosa que hacer. El apartado masculino, cuyo conocimiento del instrumento utilizado por los cristianos para rezar el rosario supongo era mínimo, practicaba lo que podríamos decir un magreo desmayado, más bien aburrido. Al apartado femenino no podía satisfacerle mucho la cosa, porque, con una voz mitad cavernosa mitad indolente, afirmaba: Eres un cabrón, eres un hijo puta. Es posible que su compa no comprendiera el significado de ambos conceptos, o probablemente le satisficieran mucho, pero me recordó a un boy scout intentando extraer fuego de un par de ramitas especialmente remisas a la combustión.
Yo me puse justo al lado y decidí extraer el rosario con el que en ese momento estaba rezando. La chica miró un momento mi rosario. Supongo que pensaría que se trataba de un colega de similares gustos artísticos. Está claro que había visto a Beckam colgarse un rosario en el cuello, y que había decidido que era un instrumento de similar uso que el chupa-chups. Es decir, que, probablemente, su cultura religiosa le permita llegar a ser un astro del deporte en un futuro próximo.
Lo malo es que la cristofobia reinante se está pasando un pelín. Por muy adormecidos que estemos los cristianos, llegará un momento en que alguien se canse de tanta ofensa, de tanta humillación. Y comer, rascar y golpear, todo es empezar. A lo mejor, bastaría con que ese dechado de sensibilidad que es David Beckham rectificara y pidiera perdón a quien se hubiera sentido ofendido por el peculiar uso de los rosarios y por la usurpación del Portal de Belén. No sé si esto figura en el Libro Azul del Real Madrid (¿O era blanco?) -una especie de Código de Buen Gobierno para el club-, pero debería.
Por cierto, en España cinco majaderos del rock han hecho lo propio, con un belén viviente. Prohibido romperles la crisma con un martillo, aunque el tonto de Bisbal (una acepción sacada de una canción veraniega, que conste) haya sido enmarcado como Niño Jesús.
No se extrañen de la relación entre el paganismo y el sexo desmayado. El paganismo siempre ha sido muy triste, muy poco romántico e indefectiblemente ha acabado en puritanismo.
Eulogio López