El 15 de marzo de 2004 auguramos que Zapatero se iba a pasar una legislatura intentando hacer olvidar que era presidente del Gobierno sobre 192 asesinados. Él no tiene la culpa, pero no podemos olvidar los hechos: antes del 11-M, 22 encuestas -repito, 22- daban ganador al PP y ninguna al PSOE. Sin embargo, el 14-M se impuso el PSOE y desde entonces no ha dejado de aventajar al PP en las encuestas. La derecha, y en especial dos periodistas, Pedro J. Ramírez -el mismo que se ha empeñado en decirle al PP quien tiene que ser su candidato a La Moncloa, es decir, Rodrigo Rato- y Federico Jiménez Losantos: era ETA, y casi el PSOE, quien estaba detrás del 11-M.

La Teoría de la Conspiración se ha mostrado incierta, pero ahora estoy dispuesto a aceptar otra de signo opuesto: la que predica que el 11-M estuvo impulsado desde Rabat, con un Mohamed VI dispuesto a hacerle pagar caro a José María Aznar sus humillaciones del Perejil. Algunos añaden que a Rabat hay que añadirle París, pero esa es otra historia más compleja.

En cualquier caso, y a la vista del servilismo de ZP con Mohamed VI, uno diría que esta Teoría de la Conspiración bis sí es verosímil. Porque claro, no es normal que el suministro de gas, combustible clave de la vida económica española de hoy, que procede de Argelia en una tercera parte, la más barata, porque la parte del león llega por el gasoducto, se ponga en tela de juicio para contentar a Mohamed VI. Ni tampoco es lógico que se abandone al Polisario, uno de los iconos de la izquierda felipista, o que se al dictador Mohamed VI, empeñado en hacerse con Ceuta y Melilla, en el democratizador de Marruecos, aunque todo el mundo sabe que no es sino el palo en las ruedas de la transición democrática marroquí, un personaje cruel y siniestro donde los haya. La clase empresarial española no comprende el servilismo español hacia Marruecos, y como ZP es sensible al Síndrome de Estocolmo…

Sí, es más fácil que Mohamed VI esté relacionado con el 11-M que lo esté ETA. Al menos si hacemos caso a ZP. Porque, de otra forma, no se entiende tanta estupidez.

Eulogio López

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