Sr. Director:
He pasado unos días en la Ribera Alta del Júcar. El alma se me ha caído a los pies al contemplar muchos campos de naranjos con los árboles secándose.

El número de agricultores que abandonan su cultivo para no seguir perdiendo dinero se incrementa de año en año. Y no parece que el problema tenga solución mientras cobren por kilo de naranja, los que la producen, la mitad -o menos- que el margen bruto que obtienen por ese mismo kilo los que la venden al consumidor. Si hasta ahora los incendios quemaban nuestros bosques, es posible que a no tardar se quemen también nuestros campos, pues esas parcelas de naranjos resecos son una auténtica tea que bordea muchos pueblos de la comunidad valenciana.

Conscientes del peligro que ello supone, algunos ayuntamientos imponen multas a los agricultores que no cortan los árboles secos y  no cultivan el terreno para que esté limpio de maleza y de plagas. Pero no habiendo cultivo alternativo que compense económicamente, ¿se puede exigir ese gasto al agricultor a cambio de nada? ¿No debería ser la sociedad quien asuma el costo de mantener los campos verdes y prevenir nuevos peligros de incendios? 

Porque el que se solucione el problema de la comercialización, y el cultivo del naranjo vuelva a ser rentable, ya empieza a parecer una utopía.

Federico Gómez Pardo

fredericgomez@agronoms.cat